Visten de blanco pero lo ven bastante negro. La sección de baloncesto del Real Madrid volvió a mostrar sus carencias en el tercer partido de la eliminatoria con Bizkaia Bilbao Basket. Si este jueves, el equipo de Fotis Katsikaris es capaz de repetir faena estará en la final por el título de liga, confirmándose como el equipo sorpresa o revelación. Como más les guste.
Se habla del "efecto Miribilla" que es algo así como estrenar casa en barrio más elegante. Se asemeja mucho a los tiempos del gran Bidasoa. Pasó de disputar sus partidos de balonmano en el viejo frontón Uranzu a pisar parqué en Artaleku. Pocos meses después del cambio el equipo de Juantxo Villarreal ganó la liga.
Ahora, los aficionados del equipo bilbaíno son más y están más cómodos. Coincide esta situación con el juego del equipo. Al margen de las respuestas individuales se vislumbra una actitud de entrega superior a la de su oponente. El tercer partido puso de manifiesto las vergüenzas de un equipo cuyo presupuesto es descomunal. Pasaron de Messina a Lele Molin, que es como comparar a Ava Gardner con Gracita Morales. Con perdón. (El señor les tenga en la gloria).
El Madrid fue paupérrimo. Terminó con ¡51 puntos! y eso gracias al postrero 2+1 de Begic. Corresponde a su anotación más baja en la Liga en 46 años y la peor de siempre en un partido de playoffs. Este dato, simplemente, debería avergonzarles. Da la sensación de que pasan del técnico olímpicamente y que le están haciendo la cama sin disimulo.
Todo lo contrario que Bizkaia Bilbao Basket. Ha hecho posible lo que en teoría no parecía probable. Si ganan el jueves alcanzarán un sueño o la gloria. En sus filas hay gentes de muchas partes. Mumbrú y Hervelle por ejemplo defienden ahora intereses contrarios, viendo a su antiguo equipo por debajo y a sus pies. Son las cosas de la vida. Las nuevas oportunidades que la competición ofrece. Por eso, lo que está haciendo el conjunto bilbaino es para enmarcar.