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A orillas del Garona

El fin de semana en la ACT ha sido como un tsunami inesperado. Las personas responsables de la principal organización de regatas de traineras tratan de abrir mercados, llevando su espectáculo a nuevos escenarios y espectadores. Si hace un año, los remeros bogaron en el Ebro junto a El Pilar de Zaragoza, la voluntad de la primera jornada de esta temporada, era alcanzar Burdeos, una de las principales ciudades francesas, a orillas del Garona.


El sábado pretendían una fiesta de acercamiento al deporte, a las traineras y a los remeros. El domingo, los cronos iban a marcar diferencias y los primeros puntos de la clasificación. Ni lo uno, ni lo otro. El primer día bajó tanto la marea que el pantalán no servía para que los barcos tocaran agua. Camargo, la primera que iba a entrar en liza, se enfangó en el barro y dio la voz de alarma. Al grito de ¡retirada!, la tropa cogió sus remos y volvió a su cuartel. Pasaron la noche en bungalós.

Un día más tarde, volvieron al escenario. El Garona ofrecía su peor color y sus malas corrientes. Con dos boyas para balizar era suficiente. Corta distancia y varias ciabogas. La primera tanda cubre el expediente. La segunda, a duras penas. La tercera, no sale. La regata se suspende por miedo a una desgracia, porque se teme por la integridad de los remeros que afrontaban la tanda de honor. Ni premios, ni puntos, ni bandera, ni nada.

La que se monta en tierras de Aquitania es monumental. Ni una sola voz ponderada, ni una declaración que trate de poner un punto de cordura. Cada uno en su casa y Dios en la de todos. Protestas, acusaciones, malos gestos, peores palabras, un gerente que pone el cargo a disposición de la asamblea y la sensación general de desastre.

Ayer la ACT hizo pública una nota pidiendo perdón a todos por la resultante fracasada del proyecto previsto. Sin embargo, deberían hacerse de puertas a dentro unas cuantas preguntas. La principal corresponde a los propios integrantes de la organización. Han pegado palos como si con ellos no fuera la cosa, como si la ACT fuese un ente abstracto, lunático. Cuando aciertan, aciertan todos y cuando fracasan, también.

No valoran lo que significa conseguir patrocinadores. La imagen de zafarrancho ofrecida no es el mejor aval para incorporar nuevos apoyos. Las regatas no han podido celebrarse por la acumulación de despropósitos, pero hacerlos más grandes, descomunales, no corresponde a los propios miembros de la organización. En eso, también han fallado rotundamente y eso no es culpa de las turbulentas aguas del Garona.

Iñaki de Mujika