La calurosa tarde del domingo invitaba más a quedarse en casa que a torrarse en el exterior. Larga sesión de sofá y mucha oferta deportiva en la "caja tonta". Llegadas las nueve de la noche, cambié de canal. No quería perderme para nada el duelo de Argentina. Suele calificarse habitualmente cuando un encuentro trasciende lo habitual como "partido del siglo". Muchas veces sin demasiado que jugarse. Pero esta vez…Esta vez se enfrentaban River Plate y Belgrano. Los dos luchando por un puesto en Primera. Una eliminatoria a doble partido.
En la ida, en el Estadio Gigante de Alberdi, los cordobeses ganaron dos a cero. Esa era el reto para River en su cancha. Pasaron muchas y emocionantes cosas que han contado las crónicas. El partido termino en tablas, un gol por bando. Con ese tanteo, "los millonarios" perdían la categoría descendiendo a Segunda por primera vez en su historia con las gradas abarrotadas y decepcionadas en grado sumo. Las imágenes de televisión ofrecieron los rostros de los derrotados protagonistas, hundidos, sin atreverse a franquear el acceso a vestuarios.
Media Argentina queda colapsada y la otra media, henchida de gozo. Y es que los seguidores del fútbol dividen sus sentimientos entre Boca y River. Todo lo que le pase de malo a uno, satisface al otro. He tratado de entender esta situación y compartirla con quienes la viven.
El lunes prontito acudí como siempre en busca del primer café. Esperaba encontrarme a Damián, un trabajador del establecimiento en el que desayuno. Es de Boca a rabiar. La sonrisa le delataba, al tiempo que sus ojos brillaban entre chiribitas. ¿Estarás contento? Pregunté. ¡’No te puedes imaginar!, respondió, Filosofamos en torno a la idea de filias y fobias. Coincidíamos en bastantes cosas, pero al final surgía de nuevo la fibra de los colores y de la pasión. "Si hubiera sido al revés y descendemos nosotros, se hubieran alegrado tanto o más".
Hace tiempo que descubrí, y no he cambiado de opinión, que la fidelidad de los seguidores de un equipo de fútbol es inquebrantable. Y que dicha lealtad conlleva otras realidades. La tristeza de River va pareja a la alegría de Boca. Un equipo histórico desciende por primera vez. Se levantará y volverá. Por aquí cerca tenemos ejemplos claros. Sevilla, Valencia, Atco. de Madrid, la propia Real Sociedad, bajaron y ascendieron. Vivir siempre entre los mejores está al alcance de pocos. En la Liga de Primera, aquí, sólo quedan tres: Athletic, Barça y Madrid. El resto alguna vez sintió lo que ahora sufre River, por dentro y por fuera.
Esa es la noticia. Un coloso cae, pese a que en la otra parte de la balanza se encuentra Belgrano, el equipo de Córdoba, feliz y contento por militar en Primera. Su éxito sin embargo trasciende mucho menos que el fracaso del oponente, aquel que cayó a sus pies. Con este triunfo aumenta su heroicidad, la misma que ofreció un día el general Manuel Belgrano, pieza clave de la independencia del país, que da nombre a la entidad.