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Sentencia inesperada

La bandera de la Concha de 2011 no pasará desapercibida. Sin disputarse la jornada definitiva cuenta con muchas historias que guardarse en el zurrón. Comenzó el jueves en la jornada clasificatoria, cuando los cronómetros confirmaron que el tiempo de Orio no era mejor que el de las siete tripulaciones que se clasificaron. Dicho así, parece suave, pero convendría no perder de vista que los aguiluchos llevaban dos décadas, veintiún años, sin faltar a la cita.


La regata de este domingo les echó en falta a ellos, a muchos de sus seguidores y a quienes tienen por costumbre apostar con los amarillos por medio.  Y siguió el domingo…

Se habían anunciado viento, lluvia y olas. Incluso se ajustaba tanto el momento del cambio de dirección del aire, de las corrientes y de la trapalla que todo empezó a moverse desde el momento en que se sortearon las calles. Urdaibai y Kaiku, que no se llevan mucho, quedaron en las esquinas, lejos una de la otra para que no existieran tentaciones. Los azules enfilaron a balizas y los verdes se desquiciaron, cada vez más, a medida que comprobaban que la tripulación de Bermeo se iba y cobraba una ventaja demencial e inesperada. Por las calles de en medio, Pedreña y la Donostiarra haciendo camino, viendo que les pasaban por babor y estribor. Llegaron a meta como y cuando pudieron.

El reloj les dio a todos una mala noticia porque el minutaje fue alto y porque en cualquier circunstancia esos tiempos alejaban la posibilidad de éxito. Pero con una puntualidad exquisita, sopló el céfiro, movió lo inamovible y en pocos minutos se montó un belén. Las cuatro tripulaciones no eran capaces de agarrar las estachas, las palcas parecían de adorno. Voló por los aires la publicidad, se desconectaron los monitores, no había señal, los enlaces y las parabólicas se tambaleaban, las pantallas daban una negra señal, se mojaban los aparatos de transmisión, temblaban los chiringuitos. Caos en toda regla.

Al final,  un juez consiguió bajar bandera. Las traineras arrearon como pudieron. Metieron agua en los barcos a litros, o a paladas. El reloj corría demasiado. Las embarcaciones, no. En la maniobra exterior, ni Astillero, ni Hondarribia, ni San Juan, ni Tirán tenían nada que hacer. Las cuatro eliminadas en un largo.

Cuando todo concluyó se abrieron las bocas de sorpresa, como los ¡oooohhhh! en noches de fuegos artificiales. Y es que a esta hora Urdaibai sale de paseo con la bandera bajo el brazo. La Donostiarra se frota los ojos y ni se lo cree. Todo lo contario, el resto. Así las cosas, nos queda un próximo domingo descafeinado, porque saber si San Juan remonta a Hondarribi por la sexta plaza parece poco argumento, pero el mar, la mar, dicta siempre sentencia inesperada e incontrolable.

Iñaki de Mujika