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Y nosotros cuándo atacamos

Supongo que los seguidores realistas que acudieron ayer a Anoeta se debieron entretener un buen rato antes del partido tratando de situar sobre el terreno a los once elegidos por Montanier mientras calentaban. Lo de Claudio Bravo, Charly y los centrales parecía fácil. Ausente de la Bella, se podía apostar por Cadamuro. Delante de este elenco, dos topes. En la derecha un cambio, en la izquierda una mutación. Llegar al delantero centro estaba al alcance de pocos. Sólo faltaba Ansotegi como "killer". ¡Vive l´autobus!. Ver para creer.

Por eso, cuando Undiano pegó la pitada inicial y los nuestros enseñaron sus armas, no hubo dudas. Toque de trompeta. Un largo tararí y que vengan si quieren. El técnico francés leyó el partido creyendo que si iban de cara se la partían en un santiamén, acostumbrados como están los de Mourinho a salir como cohetes en cuanto la ocasión la pintan calva. Tal vez, en su situación yo hubiese hecho lo mismo.

Recordé entonces una anécdota con ciertos visos de leyenda que se suele contar en las cenas con veteranos de Osasuna. Periodistas, técnicos y exjugadores relatan que un día hace varias décadas jugaban los rojillos en el Bernabeu. La diferencia de unos y otros en la clasificación era notoria, semejante a los tiempos actuales. Entonces no había vídeos, ni televisión, supongo que tampoco informes. Era otro fútbol. Llegabas al vestuario, el entrenador daba la charla y todo el mundo al césped. Aquel día, el técnico (tal vez Martialay) se esmeraba en la práctica defensiva de los suyos. "Si ataca Gento por aquí, le salimos dos. Cuando Amancio entre por dentro, cerramos otros dos. Si sube Pirri…". Insistía e insistía en el hecho defensivo. Hasta tal punto que, de repente, el delantero centro del cuadro navarro pidió la palabra y preguntó "Y nosotros ¿cuándo atacamos?".

La algarabía que se formó debió ser sonora al tiempo que el técnico decidió concluír la charla. El partido acabó con una holgada victoria local y cada uno siguió su camino. Es que muchas veces, por muchas precauciones que adoptes, si el contrario es mejor, te da un palanquetazo y te deja con las vergüenzas al aire. Al margen de la decisión adoptada ayer por el míster, llama la atención la ingente versatilidad táctica del equipo. Hoy con cuatro defensas, un pivote, tres medios y defensas. Mañana, tres centrales, dos pivotes, dos carrileros y un "totum revolutum". Después del empate ante el Levante, el equipo volvió el jueves para realizar una sesión de recuperación sin enseñar carta alguna.

Por tanto, sólo en la puerta cerrada del viernes, el equipo pudo conocer los planes del entrenador y trabajar una forma diferente, nueva, a todo con lo que hasta ahora había convivido. En la decisión de Montanier había una mezcla de riesgo, osadía, atrevimiento, confianza en el grupo y neurastenia. Pero si hace un año, reinante Lasarte, estos partidos los consideraba de paréntesis, con Philippe no tiene por qué ser diferente. Es decir, abres paréntesis, juegas, cierras paréntesis y, si suena la flauta, fiesta. Es mucho más importante el encuentro del domingo que viene en Vallecas.

Situado ante el televisor, micrófono en ristre, papeles desplegados y corazón relajado afronté el partido con tranquilidad y cierto aire de curiosidad. El espectáculo lo llevaba puesto, porque por la tarde disfruté con los ocho goles del Chelsea-Arsenal, que fue algo así como un torrente de juego directo, ataque y embeleso. Añadí emociones con el cuatro y medio de Olaizola II e Irujo. Pusieron bálsamo las derrotas del Mallorca, Getafe y Rayo. De paso a la emisora (obviamente ayer tampoco nos dejaron entrar ni a saludar) compré un cucurucho a una señora apostada que jaleaba su mercancía vociferando "Castaña, tengo buena castaña. Cómprame un cucuruchito, guapo". A fin de cuentas, impregnado de humo, con sabor a quemado, miré al reloj, cambié la hora, bebí un vaso de leche fría y a la piltra pensando en las jugadas, en la previsión y en la improvisación. El inicial gol de Higuain nada más empezar desarmó el plan con facilidad portentosa. Luego…ustedes mismos.!

 

 

Iñaki de Mujika