elbeaterio.es

¿Cómo están ustedes?

Gaby, Fofó, Miliki, Fofito, Milikito y Rody eran payasos pertenecientes a varias generaciones de una familia apellidada Aragón y que aparece en los libros de entretenimiento desde el siglo XIX. La versión más actual se relaciona con la década de los setenta cuando a través de la tele se hicieron dueños de la programación infantil. Contaban historias, cantaban canciones y hacían reír a su manera. Lo habían mamado desde niños cuando compartían elenco con sus primos Zampabollos y Nabucodonosorcito.


Las letras y músicas de sus interpretaciones se las sabían todos, incluidos aquellos que renegaban. En algunos estadios se saludaban de fondo a fondo con los "Hola, don Pepito" y "Hola, don José". Vendían discos como churros y hacían disfrutar a la gente. Por eso, les guardo cariño y respeto, porque dedicarse a hacer felices a los demás no está al alcance de todos y arrancar una sonrisa, a estas horas y con la que cae, parece casi imposible.

Pero ellos, como tantos otros, pasan de largo por la vida como si no se la hubieran dejado en el ejercicio de su profesión. A veces, alguien lo reconoce. Por ejemplo, el ayuntamiento de Madrid que decidió dedicarle una calle a Fofó. En esa avenida ancha y corta se encuentran la puerta principal y el fondo oeste del Estadio de Vallecas en donde ayer tarde jugó la Real frente al Rayo del nostálgico Sandoval, del aguerrido Labaka y del pinturero Susaeta, dos guiputxis en la diáspora.

Recuerdo la despedida de Mikel en Zubieta el pasado verano. Estuve en aquel momento porque creí que debía hacerlo. Ya en la calle nos dijimos adiós y nos citamos para la tarde de ayer. "Nos veremos y os ganaremos. Ya sabes que allí nunca hemos rascado bola". Ni él, ni yo, imaginamos entonces que el llamado "conflicto de las emisoras de radio" iba a impedir el reencuentro. En efecto, nunca jamás transmitiendo he visto ganar al equipo en ese terreno que se nos atraganta y me quedé con las ganas de darle un abrazo.

Algo de esto debía saber Montanier cuando en la comparecencia del viernes dio más valor a los puntos que a la brillantez del juego, reconociendo que el equipo no lo estaba pasando bien y, por añadidura nuestra, intuimos que él tampoco pese al apoyo institucional del presidente en la fiesta del rodillo. Después del experimento gaseoso contra el Madrid, tocaba trompeta, uniforme de faena, músculo y velocidad. Lo contrario nos mantenía en el camino de las largas semanas precedentes. Si había dudas, pronto se disiparon.

Por unas u otras razones todo apuntó a prolongación del desaguisado. Markel se lesiona en el primer minuto. Luego, el penalty y la expulsión de Iñigo Martínez. Más tarde la lesión de Alberto de la Bella. En medio y después las decisiones del técnico con sus cambios que tanto me cuesta entender y al final conclusión en forma de cuatro a cero. No es posible jugar tan poco, tan mal y dar una sensación preocupante de abatimiento. Tenemos dos semanas por delante ante la visita del Espanyol. Cada cual que haga la reflexión que le corresponda, pero por este camino estamos condenados sin remisión. Sólo se me ocurre recordar aquel saludo de los payasos cuando iniciaban su actuación: "¿Cómo están ustedes?.

Iñaki de Mujika