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Las secuelas del clásico

El clásico del Bernabeu ha dejado como siempre heridas abiertas. Esta vez más profundas si cabe en el lado madridista porque nunca antes creyeron estar tan cerca de dar la vuelta a una situación que se alarga en el tiempo y que determina que su principal rival, el Barça, le gane casi todo.


Era de los que creía que los de Mourinho podían derrotar a los catalanes, dejarles a nueve puntos de distancia y casi ganar el campeonato. Sólo con pensar eso, los madridistas disponían de una oportunidad única para conseguirlo. Se trataba de eso, de jugar y ganar. La salida en tromba al terreno, el gol inicial, la sensación de llevar el mando y peso del partido otorgaban más razones a la tendencia.

Pero como tantas otras veces, los de Guardiola supieron capear el temporal con aquellas razones que les han hecho grandes. Sin salirse del guión, sin meterse en otras aventuras distintas a las que defiende su filosofía, fueron ganando mando y juego hasta conseguir el empate. Hasta ahí, porque desde la igualada al Madrid le entraron dudas, que los tantos azulgrana posteriores acrecentaron, y todo pasó a ser un monólogo del Barça sin discusión.

Las diferencias de unos y otros siguen siendo enormes. Guardiola supera a Mourinho en el planteamiento tácticoy en el manejo del grupo. Cautiva . Cesc, Xavi e Iniesta juntos son más que Xabi Alonso y el lugarteniente que pongan a su lado. Messi distancia a Cristiano Ronaldo a pasos agigantados y mientras sólo Casillas es canterano en los blancos, el cuadro catalán alinea ocho chicos hechos en La Masía. Ello conlleva más sentido colectivo, más espíritu y más fidelidad al proyecto con el que conviven desde hace años.

No hay color al margen de lo que hoy diga la clasificación. Lo reconoce hasta la prensa de Madrid que descubre las grietas y la distancia entre los dos. El glamour del juego, el no sentir miedo ante la adversidad, el superar los problemas son virtudes que anidan en este equipo que ahora quiere ganar el Mundial de Clubes.

Iñaki de Mujika