La FIFA se inventó un día el Mundial de clubes. Decidió que los campeones de cada continente se enfrentasen entre sí para que un equipo sea considerado el mejor del mundo. Por supuesto, eligen una sede en la que haya tela suficiente como para responder a las exigencias organizativas y de tesorería. En medio de todas las crisis, Japón ha dado respuesta positiva.
El elenco de aspirantes es muy variopinto. Para empezar, el campeón de la liga japonesa, Kasiwa Reysol, con Nelsinho de entrenador, representa al país anfitrión. Desde Australia llega el Auckland City en cuyas filas milita Albert Riera. Al Sadd Club es el representante de Asia y rival del Barcelona. Luego, por Africa, llega la Esperance Sportive de Tunis. Por Centroamérica, el mejicano Monterrey. Finalmente los favoritos y previsiblemente finalistas, Santos de Brasil y Barça acceden directamente a semifinales.
Los catalanes debutarán el jueves en Yokohama contra el cuadro qatarí de Al Sadd. En principio, después del clásico esto puede parecer una perita en dulce, pero estos equipos corren y corren y vuelven a correr y terminan agotando. En cuartos de final eliminaron a los tunecinos.
El Santos por su parte se enfrentará a los anfitriones que dejaron en la estacada al Monterrey que parecía claro favorito. Contarán los japoneses con el apoyo fervoroso de sus seguidores en el estadio Toyota. Pero los brasileños, con jugadores como de talla como Ganso o Elano, son superiores se mire por donde se mire.
Así que salvo error u omisión, la final enfrentará a Barça y Santos, con todos los focos apuntando a Messi y Neymar, los dos cracks del fútbol mundial actual, con permiso de Cristiano Ronaldo que se debate entre lo que quiere ser y realmente es.