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París está carísimo, frigidísimo, y bien vale una misa

Confieso que está semana he estado de "walijai" o de "tocata" por los Campos de Marte y a las orillas del Sena. París está, como siempre, precioso, caro y helador. Cuando paseas a las siete de la tarde camino de la Ópera y ves en los termómetros un -7, no te acuerdas de los puntos negativos de los equipos que andan por la zona de descenso, sino de la madre que abrió las puertas de ese viento helado que se cuela por no sabes donde y te entumece hasta lo más íntimo, encogiéndolo hasta grado superlativo. Pero como llevas abrigo, guantes, bufanda, gorro, calcetines gordos, gallumbos de pierna y reservas de hidratos, aguantas y el paseo se hace más liviano.


Te fijas en las personas. Muchos japoneses, algunos con máscara puesta (por la contaminación) y el resto con sólo los ojos a la vista. Vamos camino de Galeries Lafayette. Cierran a las ocho. Quiero aprovechar las rebajas. Antes de llegar, nos detenemos en el Café de la Paix, establecimiento decorado en estilo imperio, cargado de historia. El lugar en el que Marlene Dietrich comenzó su andadura artística. Alfombras, muebles, lámparas y estucos evocan tiempos pasados. En la puerta te controlan. Casi más personal que clientela. No entras, si no hay sitio. La gente debe esperar a que las mesas se vacíen. Pedimos en la pequeña barra un cortadito y una cerveza (13 euros), mientras que a nuestro alrededor hay gente que se mete unas ostras con champán.

En todos los recorridos de estos días no recuerdo haber visto a una sola persona llevando la camiseta de un equipo de fútbol. Se agradece, porque quieres desconectar y no encontrar nada que te recuerde lo habitual. Pero como todo tiene un fin, Montmartre, el Sena, les bateaux mouches, Nôtre Dame, La Pierrade, el Louvre quedan atrás. También "La cure normande", una pedazo de chocolatería que no deja que pases de largo. Entras y te ofrecen un bomboncito de degustación. Das una vuelta, ves todo lo que hay y sales con más bolsas que manos. ¡Aún me quedan!. Al salir casi aplauden y hacen la ola. ¡Un bon client!.

Compruebo que los franceses también son seguidores del ferrocarril. Desde Montparnasse sale un tren que vuelve lleno y que deja en las pocas estaciones del camino a todo tipo de pasajeros. Jóvenes estudiantes, matrimonios jubilados, empresarios, turistas, incluso un grupo de músicos que desciende en Dax. Traía el frío puesto y lo mantuve al llegar a casa. Aquel termómetro que un día me regaló Bakartxo Salsamendi no pasaba de la raya nueve. Encendí todos los radiadores y comencé a navegar por Internet tratando de encontrar las novedades de última hora, la convocatoria, las bajas y las altas de ambos equipos.

Buscando al Barça quedé un poco anonadado al leer las recomendaciones a los aficionados que decidieran acudir al Nou Camp. Éstas eran: vestirse con ropa adecuada; protegerse la cara y la cabeza; evitar la entrada de aire frío directa a los pulmones; y estar atentos a los familiares que se encuentren en situación de vulnerabilidad, especialmente la gente mayor. Si se va al estadio con coche las recomendaciones son, entre otras muchas, llevar el depósito lleno, las cadenas del coche, un teléfono y el cargador, agua y alimentos. ¿Todo esto para un partido de fútbol contra la Real?.

Quizás les faltó añadir una "play station" por si el partido era aburrido, o un monopoly para jugar con los vecinos de localidad, más una petaca con "ardo goxo" que te hace entrar en calor antes que Messi chute a puerta. También unos tranquilizantes por si tu equipo te pone nervioso o una brújula para encontrar a los jugadores que no aparecen. Incluso, echo en falta una linterna, porque qué hubiéramos hecho si se produce un apagón. ¡Qué arte!.

Casi el mismo que Montanier a la hora de construir un equipo con el que medirse al campeón de todo. Ausentes, por unas u otras razones, Mariga, Sarpong, Illarramendi, Zurutuza, Elustondo, de la Bella, Philippe diseñó un "once" con Rubén Pardo por primera vez titular, con Ifrán por Agirretxe, Xabi Prieto por Vela y Markel por Elus. Los de atrás, los intocables, con Cadamuro por Estrada, más el capitán Aranburu y el chisposo Griezmann. Es decir, nueve de la casa  para poner en práctica un 4-3-3 menos virtual que otras veces. Quizás entendiendo que era un escenario, una oportunidad, al margen del resultado final, para tratar de guardar el balón y no estar haciendo recados toda la noche.

Por su parte, el Barça tiró de salida con ocho canteranos, dejando abrigaditos con manta en el banquillo a los  Xavi, Piqué, Busquets, Alexis y Abidal que era mucho dejar. Uno de esos jóvenes, Tello, extremo de buena pinta, adelantó a los suyos al poco de empezar, justo antes de que Ifrán viera que Valdés sabe parar lo que parece imposible. Luego, tras el 1-0 del descanso, rezar, rezar y rezar, como marca la tradición. Por si acaso sonaba el flautín. Messi, al que Bravo le había parado todo lo inimaginable, consiguió hacer el segundo y Vela devolver la esperanza. Hasta el final, tratando de conseguir un punto. No fue posible, pero se aplauden los esfuerzos. A fin de cuentas… "París, bien vale una misa".

 

 

Iñaki de Mujika