Hondarribia ha conseguido por primera vez en su historia el campeonato de España de traineras, confirmando que esta temporada los “verdes” de la Ama Guadalupekoa están que se salen. Ni una palabra más alta que la otra, ni un mal gesto, ni un mal modo. Sólo trabajo y confianza en los valores propios de la buena relación de la plantilla de remeros, de la gestión técnica y del esfuerzo de los dirigentes por dotar de recursos al ilusionante proyecto que les une. Por detrás, el apoyo de un pueblo apasionado. Esa es la receta que propicia tantos momentos de felicidad.
Ganan en Castro Urdiales un campeonato sin dotación económica. A día de hoy, los clubes no han recibido los premios del año anterior. En la presente edición ni un solo euro de compensación. Se lo han debido gastar todo en los ditirambos olímpicos. Algunos equipos renunciaron a competir en la cita de Castro porque no hay recursos, porque este es un espectáculo gratuito en el que los protagonistas son en su mayoría amateurs, aunque el trabajo que realizan es tan profesional como el de cualquier otro deportista henchido de prestaciones y apoyos. Poco respeto y menos vergüenza.
La lealtad y la fidelidad aquí van de la mano. Se defienden los colores con orgullo. Se rema hasta la extenuación para ganar una regata de veinte minutos en la que los remeros echan el bofe. Sólo uno consigue la victoria. Los demás ceden y miran de reojo al rival que les supera. Esa es la grandeza, la única satisfacción.
Por eso destaco las cosas que hacen. Suben catorce remeros convencidos a un barco que se desliza por el agua, contra el mar, las olas, el viento y los imponderables de una mala calle. Se dan la espalda, pero se intuyen. Hablan en alto, se animan y se hacen solidarios con el compañero.
Es la historia escrita con tintes de leyenda. Los de antes y los de ahora son remeros por convicción. Cada uno con su profesión, con la experiencia combinada de jóvenes y veteranos. Trabajan, estudian, viven con pasión un mundo que les atrae y cautiva. Hoy, casi nada es gratuito. Quedan pequeños nichos de tradición. Salvando distancias y excepciones, este mundo de las traineras sigue siendo un deporte en el que la pasión domina al negocio.
No escondo mis preferencias. No lo he hecho nunca. Sintonizo con esta idea, con estos remeros que se visten de verde. Son oasis generoso en medio del desierto que nos invade. Cuando llega una satisfacción como ésta, la comparto, aunque sólo sea por respeto y consideración a quienes se pegan una paliza con la esperanza única de la alegría propia y la compartida con los demás.