Las noticias llegan de América y afirman que Lance Armstrong está harto de agencias de dopaje, rumores, investigaciones, acusaciones, controles por sorpresa. Aburrido también de defenderse y pelear por su honestidad y credibilidad. Hasta tal punto que ha decidido abandonar. Tira la toalla y que sea lo que ellos quieran.
El diario “The New York Times” afirma que esta decisión significa “casi seguro” que será despojado de sus siete triunfos en el Tour de Francia, la medalla de bronce que ganó en las Olimpiadas de 2000 y otros títulos logrados desde agosto de 1998.
El siete veces vencedor del Tour de Francia ha remitido un escrito en el que se recoge esa decisión:
“Llega un momento en la vida de cualquier hombre en el que tiene que decir ya es suficiente. El costo que ha tenido en mi familia y en mi trabajo para nuestra fundación me ha llevado a terminar con este sinsentido”.
La Agencia Antidopaje de Estados Unidos (USADA) sostiene que el ciclista, que se sobrepuso a un cáncer, mantuvo un sistema de dopaje sistemático desde 1999 hasta 2005. El pasado 29 de junio, la USADA acordó, de forma unánime, presentar formalmente cargos de dopaje contra Armstrong y otras personas de su entorno (médicos, preparadores, directores etc.).
La Agencia Antidopaje estadounidense decidió que el caso debía seguir adelante y dio a Armstrong la oportunidad de defenderse ante una comisión de arbitraje. El ciclista estadounidense mantiene su inocencia y ha negado categóricamente haberse dopado después de pasar más de 500 controles, pero la USADA asegura que al menos diez excompañeros de Armstrong pueden testificar en su contra y que existen pruebas de sangre que son “totalmente consistentes” con muestras de dopaje.
Si esto sucediera (que perdiera todos los Tour de Francia) deberían modificarse vencedores y podios de todas las carreras afectadas. En el caso de la ronda gala, por poner un ejemplo, Joseba Beloki ganaría en 2002 y subiría al segundo lugar en las ediciones de 2000 y 2001.