elbeaterio.es

¡Pintor que pintas con amor!

Está entretenido este mes de agosto. La gente de vacaciones achicharrándose hasta que ayer por fin llegaron esos chaparrones que se reconcilian con la tradición climática del territorio. En los primeros días vivimos la última semana de los Juegos de Londres, emocionantes y llenos de buenos cronos, victorias, himnos y preseas. Luego, la Semana Grande con fuegos y helados. En medio el inicio de la Vuelta a España que está dando mucho más juego y aburre menos que el Tour. Y eso que los pobres ciclistas han ido tostados a temperaturas de horno para pollos. Se comenta lo de Armstrong y se habla de la Supercopa.

Pero nada comparable con el arte de Cecilia Giménez, una mujer de ochenta años que vive en Borja (Zaragoza) y que en sus ratos libres se va a la parroquia a retocar el Ecce Homo, porque la sal y la humedad de la pared lo deterioran. Hasta ahora se había atrevido con la uniforme túnica, sin que nadie le llamara la atención. Allí se iba en sus ratos libres con pinceles y pinturas a poner en orden la imagen centenaria que un día retrató al fresco Elías García Martínez, un autor que alcanza fama por el estropicio realizado sobre el rostro de su sentido Cristo, que a esta hora está como un ídem, pero todo lo hizo por amor y devoción como la canción de Machín..

Debo decir que la señora me cae bien. Le he oído defenderse ante las cámaras de televisión antes de que la presión le produjera un jamacuco. Justifica todo y argumenta que el párroco estaba al corriente de lo que hacía. Le entiendo. Salvando todas las distancias, viví una experiencia parecida. De críos nos juntábamos en la irunesa avenida de Iparralde (antes Francia) una cuadrilla en la que figuraban los hijos mayores de Néstor Basterretxea. Íbamos mucho a jugar a su casa. Pared con pared con la de Jorge Oteiza. Allí el escultor, que imponía respeto al igual que su esposa Itziar siempre vestida de negro.

El silencio sobrio de medio edificio contrastaba con la algarabía de la otra mitad. Críos que iban y venían desde la terraza hasta el sótano. Era el tiempo en que junto a Fernando Larruquert se relacionaba con el cine a través de “Pelotari” y “Ama Lur”. Pensando en otro proyecto, un día Néstor nos juntó a los chavales que entonces andaríamos por los doce años. Una vez sentados todos en una mesa larga repartió folios y un montón de pinturas de cera de todos los colores. Recibimos el encargo de dibujar la cara de un cristo, en libertad absoluta, cómo nos diera la gana.

Dicho y hecho. Pasado el tiempo, Néstor volvió por la sala a comprobar el estado de la cuestión y valorar los trabajos. Lo mío, para qué negarlo, jamás fue un dechado de virtud. Dibujando era siniestro. El artista comprobó que había artistas capaces de crear, hasta que llegó a mi obra, puso los ojos como platos y dijo: “Cómo vea este cristo D. David Esnal (entonces párroco de Santa María del Juncal) te excomulga”. Pagaría por recuperar “aquella maravilla”, una mezcla de morados, malvas y violetas, que a lo mejor, tengo una vaga idea, no distaba mucho de la maquillada cara de Carmen de Mairena.

Por eso, siento solidaridad por la pintora de Borja. La voluntad no debe negarse a nadie, aunque a veces cueste. Pasa lo mismo en los equipos de fútbol. Ves un partido de chavales y hay artistas con la pelota y torpes llenos de entusiasmo. Todos se necesitan para hacer equipo. Si la suerte les acompaña y se encuentran con un buen entrenador, aprenderán a jugar, a moverse, a entregarse, a disfrutar con las victorias, a ser felices. Pero si en el banquillo se sienta una sota de bastos ni disfrutan, ni mejoran. Terminan aborreciendo lo que eligen para sus ratos de ocio.

El fútbol de alta competición es mucho más exigente. Aquí sólo vale ganar. La visita del Celta en la tarde de ayer se relacionaba con dos recuerdos en el cercano tiempo. El primero en Balaídos, cuando rozamos con las yemas de los dedos el título de liga de las nuevas generaciones. El otro, más próximo, coincidió con el ascenso a Primera después de muchos sinsabores y esfuerzos. Si algo ofrecían los dos equipos, además de calidad y acierto, era pasión. Vivir con intensidad el ejercicio de la profesión. Contagiar sentimientos que permitan hacerte solidario con los proyectos y alentarlos.

Entre las nubes y los claros, la Real sacó adelante el partido con postes y palos en el primer periodo y acierto en el segundo, aunque fuera a remolque de una salida atolondrada tras el descanso. Montanier eligió un once que puede gustar más o menos, como sus cambios, pero como los puntos se quedan en casa, objetivo cumplido. Su pincel pega brochazos en todas las direcciones. A veces el cuadro le queda bien y otras, un desastre. Pero, como la señora de Borja, lo hace con amor. En el debut ante su gente, acertó con Griezmann  por dentro, y con Markel y Agirretxe, lo mismo que con la presencia de Rubén Pardo y las cosas que se intuyen con Gonzalo Castro. A día de hoy, alinear a Vela y poder cambiarle por el exjugador del Mallorca es un lujo al alcance de pocos.

 

 

Iñaki de Mujika