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¡La racha se prolonga por deméritos propios!

La Real perdió ayer en Valencia. Era una de las tres posibilidades. Ganar, empatar o caer. La semana, como siempre que se juega fuera desde hace un montón de meses, había estado petada de buenas intenciones y de ilusiones, pero con la sensación de que todo era con la boca pequeña y que casi nadie se lo creía. Pasados los 90 minutos, la racha se prolonga en el tiempo para hacer la estadística más grande y profunda. Lo mismo que la credibilidad sobre las capacidades reales del equipo y de su entrenador. ¿Quousque tandem?

Así que disponemos de quince días más de especulaciones sobre la consistencia del equipo lejos de su feudo. Por delante, una semana para defender que el conjunto en casa es fiable, al menos ante Celta y Zaragoza, y tomarse el tiempo necesario para asentar las tesis personales sobre el valor global del conjunto y de su técnico. Es decir, carretillas de mandangas.

Aquí se trata de apretar, de correr, de chocar, de arriesgar, de entrar sin quitar la pierna, de avasallar al contrario, de meterle dos mejor que uno, de mostrarte como grupo solidario y solvente. Es lo que hizo el Granada en el Nou Camp. Perdió, cierto, pero nadie podrá quitarle un átomo de reconocimiento a todos sus esfuerzos. Los andaluces dieron una imagen envidiable.

Lo de las rachas no es nuevo. Recuerdo el tiempo en el que se nos atragantaba el Oviedo en el viejo Carlos Tartiere. Cada vez que nos tocaba jugar en la capital del Principado se hablaba y se hablaba sobre los años que llevábamos sin ganar. Una de las veces, con Boronat de entrenador, se tomaron todo tipo de medidas para tratar de romper con la tendencia. Por la mañana de ese día subí a la catedral. Encontré en misa a varios miembros de la plantilla y auxiliares, así como a acompañantes y familiares.

La venerada imagen de San Salvador estaba repleta de velas. Muchas correspondían a nuestras peticiones. Rogábamos su intercesión para que los puntos volvieran con nosotros. Por si aquello fuera poco, añadí un par de cirios en otras dos capillas. Una, en la cripta de Santa Leocadia y la última, en la capilla de Ntra. Sra. del Rey Casto, que se encuentran en distintas naves del edificio. Como han pasado más de dos décadas desde entonces, las cosas se pagaban en pesetas. Tres velas, a duro cada una, quince leandras, unos diez céntimos actuales.

Llegada la hora del partido, dos tantos de Carlos, otros dos de Bango y uno de Viñals subieron al marcador en una goleada (5-0) que escribió en el acta Sánchez Moreno tras una tarde patética donde no dimos una a derechas y acabamos con diez por expulsión de Lumbreras, al tiempo que el respetable no daba crédito mientras se divertía haciendo la ola en la grada. Tanta inversión de tantos seguidores no sirvió de nada y desde entonces no gasto un céntimo en candiles.

Ayer jugábamos a las orillas del Turia, en donde la advocación mariana atiende a los desamparados, que es como se quedan los jugadores de este equipo cada vez que dispone de oportunidades claras para sumar y crecer y las desperdicia por razones evidentes que a mi no me corresponde señalar pero que desde hace tiempo están más claras que el agua. Ante el Levante, la Real debió ganar porque lo tenía en la mano sobre todo después del tanto de Zurutuza. Todo de cara. Juego, dominio, marcador.

Pese a las dudas que ofrecía la alineación inicial, el equipo se mantuvo entero y sin fisuras. Convenía, además, no perder de vista que los granotas venían de jugar el jueves por la noche un partido de Europa League y que sus jugadores por muy veteranos no se recuperan tan fácil. ¡Murphy al poder! Terminan corriendo más que nosotros, dominando el control del balón, haciendo ocasiones y ganando el partido. Su entrenador manejó la situación con mucho tino. Supo esperar y nos la metió doblada con Martins, autor de tres goles de los que solo valió uno.

Se prolonga la racha sin rascar bola lejos de casa. Llega ahora el Athletic en uno de esos derbis que levanta o tumba. Hace un año Bielsa llegó con la soga al cuello, ganó en Anoeta y condujo a su equipo hasta dos finales con un fútbol de quilates y una sensación de sana envidia. Para los guipuzcoanos vuelve a ser una oportunidad de mantener el tipo ante su afición. Iremos en kalejira con la ilusión de siempre, pero como los puntos no se queden en casa y el equipo se muestre plano, en lugar de trikitrixa se escuchará música de viento.

Iñaki de Mujika