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El coche de caballos

Hice cuentas ayer por la mañana sobre las veces que he estado en Sevilla, Calculo que más de veinte. Del mismo modo que, por ser ciudad de buen ver y bien salir, tengo que reconocer que las vísperas, en lugar de estar concentrado en el hotel preparando los trabajos, pecaba en algún rincón con mesas, sillas, cañas y jamón antes de ir a los garitos de copas en donde se canta y baila. Estos lugares son impagables porque te puedes encontrar con unos japoneses, sin gracia alguna pero con entusiasmo inusitado, tratando de dar palmas y taconear, como con ingleses rojizos, sosos a reventar, con ganas de arrancarse y riendo las gracias a quien se le acercara o pusiera por delante.

Siempre como las embarazadas me venía un antojo. Añoraba dar una vuelta en coche de caballos, pero reconozco que faltaban huevos para subirme. Es de vergüenza colosal que estés paseando en landó por el barrio de Santa Cruz lleno de gente y por una esquina aparezcan un grupo de seguidores que te reconocen y te gritan. ¡Iñaki!. Saludas mientras las mejillas se ponen como los carrillos de los angelitos que pintaba Murillo.

Hasta que llegó el día. Sabes que para todo siempre existe la primera vez. Jugábamos contra el Betis. Un jugador de balonmano que entonces competía en el Pozoblanco de Córdoba se animó a venir. Jorge Cortés cogió un tren a primera hora de aquel sábado y se presentó en el hotel. Recuerdo que pateamos, entre otros sitios, Triana. Entramos en la capilla de los Marineros en donde se venera la imagen de la Esperanza. Luego en Santa Ana y más tarde en la Bodeguilla. Comimos, descansamos y nos fuimos al campo que estaba a cien metros del hotel.

No sé si por él, por los rezos o porque tocaba, la Real ganó (1-3). Reconozco que el subidón que me dio aquel triunfo fue de los grandes. Una vez dejados los bártulos, nos fuimos en taxi hasta la Giralda convencidos de que el atardecer y la noche iban a ser largas. Pensé -¡ay infeliz de mí- que no quedarían seguidores y que podíamos soltarnos la coleta sin temores. Dicho y hecho. Montados en el coche de caballos los dos ejemplares, Jorge por ancho y yo por alto, cuando estábamos a punto de iniciar el recorrido, una voz surcó con fuerza la plaza de la catedral. ¡Iñaki!.

¡No, por favor!. Miro. ¿Quién va a ser?. Ibón, el hermano del actual presidente de la Real con su familia. Se acercaron, nos saludamos, nos hicimos fotos que aún guardo y supongo que se retorcieron de risa al vernos en plan marqués. Aparcados miedos y quebrantos, arrancamos camino del Parque de María Luisa donde paramos un rato, nosotros y el caballo que se bebió media fuente. Desde aquel día he montado unas cuantas veces más y ya me da lo mismo. Si hay que saludar, se saluda. Y punto.

La farra de aquella noche fue colosal. Por supuesto, nos volvimos a encontrar una y diez veces con aficionados que estaban encantados como nosotros. Desinhibidos. No se contagió Phillipe de esa efervescencia. La verdad, no me lo imagino montado en calesa, pero pagaría por verle. En medio de la catarata de alegría que supongo llevaba dentro tras el derby, no se animó a poner a Ifrán de titular que hubiera supuesto un bombazo. Sacó a Vela como ariete y esperó acontecimientos.

Como en Sevilla y en el entorno del Betis hay movida, Pepe Mel no se conformó con repetir lo habitual y buscó caminos nuevos con Alex en el lateral izquierdo en lugar de nuestro “ex” Nacho. Con Cañas, Nosa y Juan Carlos trató de darle un aire fresco, con burbujas de ilusión a un equipo que venía de sufrir batallas sin armamento útil.

La culpa se la echan a los árbitros. Lo de ayer por la tarde en algunos campos de Primera fue  de traca, sobre todo en Zaragoza donde la gomina volvió a desesperar y a equivocarse hasta la saciedad. Y no pasa nada. Por eso, estuvimos muy atentos a Teixeira, el mayor de los hermanos, pero el último en ascender. Le apretaron desde la grada antes de pitar el inicio. Lo mismo que a los realistas que fueron recibidos con música de pasodoble patrio y pitada monumental en los aledaños.

Pero con lo que no contábamos nadie era con el apagón. En la liga de las estrellas no ganamos ni para luminarias. Se dan mucha prisa en cobrar, pero luego pasan cosas de estas en Vallecas, en Heliópolis y en las calles oscuras de las ciudades pobres. Como la hora de comienzo ya era de por sí tardía, nos ofrecieron un aperitivo entre sombras, como en la última fila de los cines cuando el novio le dice algo a la novia y…otra vez goles en contra gracias a las acciones de “pelota parada” o “defensa empanada”. No sé si los realistas trabajan bien la estrategia. Anoche el partido se decidió en las áreas y en eso el Betis fue mejor, defendiendo y atacando. Lanzamos una tira de corners. ¡No rematamos ni uno!.

Como te puedes imaginar es mucho más entretenido un paseo a caballo por la calle Sierpes que esperar y esperar a que se enciendan los focos, comience el partido y te pase lo de tantas y tantas veces.

Apunte final: Si no le quieres dar muchas vueltas al 2-0 de anoche y prefieres dejar volar la imaginación por otros territorios, te indico que este mes de octubre cuenta con 5  lunes, 5 martes y 5 miércoles. Esto ocurre cada 823 meses.

Iñaki de Mujika