Cada vez que se disputa una nueva edición de la copa futbolera se abre, con más o menos vehemencia, un debate sobre la fórmula que permite jugar las eliminatorias y decidir quien pasa de ronda. Estamos inmersos en una de ellas, la primera en la que comparecen los equipos de mayor rango y que en teoría son los mejores.
Como son los que mandan y no quieren correr sorpresas, una vez que llegamos a dieciseisavos de final todo se resuelve a doble partido. Así a los poderosos les conceden dos oportunidades ante equipos de menor valía, si es que les toca enfrentarse a conjuntos de Segunda o Segunda “B”.
En tiempo precedente, cuando se intentó emocionar la competición y otorgar capacidades a los más débiles se produjeron sorpresas suficientes que facilitaron resultados impredecibles que pusieron de los nervios a los favoritos. Recuerden dos finales: Mallorca-Huelva; Betis-Osasuna. Hoy son imposibles. Los habituales, como no estaban dispuestos a pasar malos tragos, decidieron cargarse el método y aprobar la fórmula que les favorece.
Los ingleses en esto y en otras muchas cosas son más valientes. Su estructura competitiva admite que uno de cuarta se cepille a uno de la Premier y que éste caiga con todos los honores en el campo del atrevido adversario. Como cada eliminatoria es a un partido, viven finales anticipadas.
En las últimas horas el Reading-Arsenal ha sido un escándalo a partido único. Los locales ganaban en su casa 4-0. Inopinadamente, los de Wenger marcaban cuatro tantos en tiempo récord. Prórroga y tres goles más.
El partido concluyó 5-7 favorable a los londinenses. Doce tantos, tres de ellos de Walcott que eligió el último minuto de cada tiempo para forzar primero la prórroga y luego clasificar a su equipo para cuartos de final. Eso es espectáculo, emoción y enganche mediático y popular. La prensa inglesa destaca como se merece que dos equipos de la máxima categoría hayan protagonizado semejante actuación.
Aquí en cambio, los grandes eligen a los menos habituales para competir y se desplazan, siempre primero al campo del que sueña, sin sus estrellas. Esa es la diferencia. Demasiada especulación.