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El cese de Emery

Un niño sin suspensos es como un jardín sin flores o un entrenador sin ceses. Esta vez le ha tocado el turno a Unai Emery cuya carrera como entrenador lucía desde el inicio. Ascensos, buenas clasificaciones, máximas categorías, las mejores competiciones…y las ganas locas de ser preparador, incluso cuando era futbolista ya jugaba a técnico. De hecho, su carrera profesional pasa directamente en Lorca de la cancha al banquillo en mitad de una temporada.

Emery es un enfermo del fútbol. Lleva inyectada en las venas la pasión por ese juego. Lo conoce desde dentro, se ha preparado a conciencia, del mismo modo que ha vivido experiencias que en el camino han ido forjando su personalidad y la confianza en una forma de entrenar y competir. Es un profesional de los pies a la cabeza, dedica las horas que hagan falta para mejorar y experimentar con los suyos las vivencias de cada día.

 

Después de lidiar un toro de tamaño nada despreciable como es el Valencia y su vestuario, cerró un ciclo con los de Mestalla y lo abrió en Rusia. No quiero pecar de ventajista pero no me gustaba nada ese proyecto. Primero, porque el idioma es fundamental para una buena comunicación. Luego, porque ese fútbol está organizado desde los poderes de magnates petroleros que sólo piensan en ganar.

Se gastan el dinero en todo tipo de fichajes y procedencias. El Spartak de Moscú, club más popular de Rusia, cuenta con futbolistas de diez nacionalidades. Intuyo que para Emery convivir con esa diversidad no ha sido fácil. Probablemente el equipo haya ido a dos velocidades, la que el pretendía desde la idea original y la de los futbolistas, puntito anárquicos, que no estaban demasiado por la labor de sacrificarse y responder a las exigencias. Esa es la sensación, posiblemente equivocada, desde la distancia.

Emery es muy cabezón, porque no le gusta renunciar a los objetivos y tira y tira del carro hasta hacerlo rodar. Eso vale en ligas competitivas y profesionales (Inglaterra, Alemania, Italia y España), donde la disciplina es virtud y obligada compañera de viaje. En Rusia no se mueven por ese tipo de parámetros. La forma de anunciar el cese llama la atención. Cuando el director deportivo Valery Karpin confirmaba en rueda de prensa la destitución de Emery, la noticia fue recibida con aplausos. Aquí sería impensable.

Había firmado por dos temporadas, pero apenas cumple unos meses del contrato. Cuando cierre el finiquito y cobre lo que le tengan que pagar, será bueno que reflexione y que sepa valorar las realidades en las que hoy se mueve el fútbol. Hay un sitio físico y otro químico para entrenadores con personalidad y valores como los suyos. Es bueno saber elegir dónde y con quién. Con calma y sin precipitaciones.

Iñaki de Mujika