Esta acumulación de partidos, sin tregua ni descanso, nos está obligando a todos a sacar fuerzas de donde no sobran. En mi caso se trata de estrujar las meninges para encontrar inspiración y talento con los que escribir tanto beaterio consecutivo. Ahora les entiendo un poco más a los futbolistas. Encontré a uno de la primera plantilla el sábado por la tarde viendo un partido de la regional guipuzcoana. Hablamos un rato y convenimos que el tute a que nos somete el calendario nos deja secuelas a todos.
Es uno de los que juega prácticamente todo. Reconoció sentirse cargado de piernas y al referirnos al partido de Osasuna dejó caer que el equipo estaba algo plúmbeo, con menos soltura que en las citas precedentes. Se llevó las palmas de sus manos a los muslos, agarrando los temibles isquios, con el deseo de que se recuperasen de la mejor manera posible para la cita exigente de anoche. Los realistas necesitaban dar la cara, eliminar al rival y dejar saldada la cuenta del orgullo que quedó tocado en el encuentro de ida.
Tarea nada fácil porque las remontadas conllevan tensión, adrenalina y una dosis suficiente de ansiedad que pretende a veces marcar el segundo gol sin haber hecho el primero. Ciertamente, el Córdoba llegaba después de un sopapo considerable en Las Palmas, con un día menor de recuperación pero con la ilusión por enfrentarse al Barcelona en una siguiente ronda que ellos valoraban como un premio mayor y sin retenciones de hacienda.
Por parte local, la previa se jaleó más allá de lo tradicional, explotando la idea de un lema “Aurrera kopan” que acuñaron unos cuantos jugadores en la campaña de marketing y que la afición hizo suyo, harta de tanta decepción en un torneo que supuso una de las más grandes alegrías de la historia txuriurdin. El horario, la lluvia pertinaz y el frío reinante vaciaron las gradas de voluntarios, dejando “sólo” diecisiete mil fieles a machamartillo.
Cabía preguntarse qué menú ofrecería “Chez Philippe”. Esa es una de las constantes vitales. ¿Quiénes y por qué?. El para qué estaba esta vez muy claro, si es que existía la firme convicción de pasar y medirse a los mejores. Como en la canción del jubilado Manolo Escobar, esperaba un equipo “con la cara lavada y recién peiná”. Es decir, un conjunto agresivo, fresco, natural, orientado hacia la portería califa como si jugara el último partido de su vida.
Con Illarra y Pardo en el eje, cambios en los laterales y un “allez up” de cintura para arriba, Montanier creyó que era suficiente para la conquista. Ifrán, Vela y Xabi Prieto, a la espera de acontecimientos, iniciaban la contienda sentados y con mantita. Griezmann hizo subir al marcador un gol ilegal por su posición y aunque en el camino hasta el descanso hubo opciones de sentencia, Saizar se encargó de impedirla con sus aciertos. Como hubo choques, brechas, sangre y parones, el primer periodo se estiró bastante y los bocadillos debieron esperar.
¿Qué depararía la segunda parte?. Por el resultado final, un cataclismo. La estrategia sigue siendo una cuestión pendiente de resolución. Un equipo con muy buena pinta y con un buen entrenador en el banquillo, cumplió con exquisitez el plan de una falta colgada que no se acertó a defender por enésima vez. Remate, gol y adiós a las esperanzas una vez más, porque todo lo que vino después fueron minutos sin ton ni son. Bueno, sí. Son andaluz. Los verdiblancos vestidos de naranja defendieron con criterio, aprovecharon los espacios que crearon los cambios rivales, hilvanaron una contra para hacer el segundo y nos mandaron a tomar por riau.
Tengo la sensación de que el equipo blanquiazul puso en la cancha todo lo que lleva dentro y que se vació por alcanzar el objetivo. No creo que haya que reprocharles nada por falta de actitud o convicción. Otra cosa es la puntería y la capacidad de resolver favorablemente las oportunidades que se crean. Y esto sí que me parece iterativo desde hace varios encuentros. Eso y la evidente realidad que conlleva jugar dos partidos contra un equipo de Segunda situado en la mitad de la tabla y no ganarle ni una sola vez.
Luego vienen la decepción de los aficionados, su malestar y su protesta, expresada por cánticos hace tiempo conocidos. Los cordobeses se llevan la eliminatoria, les toca el premio gordo del Barça si hoy los catalanes no fallan ante el Alavés, y además les conceden iluminar las calles donostiarras en tiempos navideños. La jugada les salió redonda y la cara además de lavada y peinada nos la partieron. La Real queda eliminada a la primera para seguir engordando la estadística de las decepciones en este torneo y sembrar de nuevo las dudas y alimentar los cabreos.