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El titán de Lodosa

Los días festivos aquí y los que no lo son más allá del Bidasoa coinciden con numerosos movimientos de la feligresía hacia las superficies comerciales en las que coges un carro, circulas por los pasillos, y te dejas llevar por la pasión de las estanterías que a veces se convierte en gula y otras en ansiedad. Cuando llegas a casa, vacías las bolsas y colocas las cosas en su sitio, a veces te preguntas para qué coño has comprado, por ejemplo, una botella de Sauternes por nueve euros. Eso sucedió el pasado jueves cuando el calendario pintó en rojo el “6”.

Cercanas las navidades y con el cielo lluvioso, sin otro mejor plan que completar por la mañana, madrugué relativamente para que el coche acercara mis huesos hasta Biarritz pasando por San Juan de Luz. Metí una moneda de euro en la ranura del “chariot” y allá que voy a no perdonar balda que se cruce en el camino. Suelo detenerme bastante tiempo entre quesos, yogures, postres dulces y tentaciones. Andaba con una cajita de “Caprice des dieux”, viendo la fecha de caducidad cuando se me acerca un señor y me dice: “Iñaki, dales caña, que te noto blando”.

Casi me da un esparaván. Ni es la primera que me pasa, ni será la última. Sería cuestión de analizar las razones por las que muchos aficionados desean que zumbes de lo lindo a la muchachada que ocupa y preocupa a una buena parte del territorio. Hablamos un rato sin demasiada pasión. Era el tío de Aitziber que iba también con su cesta y que terminó por reconocer que a los chavales es mejor ayudarles. Repasé la lista de los productos que debía comprar y añadí: “la próxima vez ponte una peluca para que no te reconozcan”.

Estaba en la sección de verduras y frutas cogiendo unas endivias al peso cuando una voz femenina, susurró al oído: ¿Ya ganaremos el sábado?. Sonreí. Le dije que estaba seguro, porque al equipo le noté chisposo y con capacidad de sorprender. Salió el nombre del entrenador en la conversación y nos despedimos. Aceleré camino de las cajeras, porque aquello se empezaba a abarrotar y complicar.

El día después, como de costumbre, tomé el primer café de la mañana, sentado con este diario entre manos. Se acercó un socio de toda la vida. Asiduo de Anoeta y recién jubilado, se excusó primero y se atrevió después a hacerme una pregunta: ¿Por qué le dais tanta caña al entrenador?. Se abrió un coloquio interesante. Llegaron unos contertulios y aquello se convirtió en una apasionante discusión entre partisanos y contrarios al gestor de la plantilla. Y todo eso después de ganar en Valencia de manera brillante.

Habló Montanier el viernes para decirnos entre otras cosas que el equipo  había dejado atrás el regusto de aquella victoria, porque le esperaba un compromiso de altura y exigencia. No andaba descaminado porque los madrileños me parecieron el mejor equipo de cuantos han desfilado este año por Anoeta. Su entrenador Luis García es un técnico moderno que cuenta con una plantilla muy disciplinada a la que tiene trabajada de forma inmejorable. Ofreció, lo mismo que la Real, un primer tiempo de esos que los tecnócratas llama tácticos y que no son brillantes para los aficionados.

Por ese camino, probablemente, el encuentro se hubiera difuminado, pero tras el descanso los realistas subieron una marcha y decidieron atacar con más brío tratando de sorprender al meta Moyá. El Getafe por su parte achicó todavía más los espacios y esperó la oportunidad de pillar un contraataque que le otorgara la victoria. Aumentaron la emoción y los ritmos. Nadie quería perder y ambos deseaban ganar. Montanier movió ficha antes que su oponente y antes del habitual minuto erótico. La entrada de Zurutuza otorgó equilibrio en la transición porque el partido estaba medio loco.

La salida de un zurdo en los visitantes permitió a Gavilán poner un centro majestuoso que Lafita remató impecable al fondo de la red. El resultado me parecía muy injusto porque los guipuzcoanos habían hecho méritos suficientes como para no perder. Su corazón palpita y lejos de abandonarse buscaron con ahínco el empate. Vino en un centro de un lateral para que lo rematase el otro lateral. De la Bella la puso y Carlos Martínez la rompió de cabeza.

El “Titán de Lodosa” culminó su estupenda tarde con un tanto que nivelaba la contienda y los merecimientos. Este chico es pundonor, látigo y lo que quieras. Centrará mejor o peor, pero tiene más huevos que una granja de gallinas. Y el fútbol necesita futbolistas como él, ejemplares en la entrega y que con orgullo defienden una camiseta que ayer, pese a no ganar, se llenó de sentimientos. Antes, durante y después de un partido que a buen seguro fue comentado hasta en el cielo.

 

 

Iñaki de Mujika