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Hay una sopa que te quiero decir

La báscula de casa es fantástica porque sólo llega al “100”. Ni se me ocurre un día como éste montarme en ella y tratar de adivinar la realidad del peso que soporta. Después de tantos días de “alicatarme” hasta el techo sólo quedaba un poquito (o un muchito) de hueco para el roscón de reyes que tanto me apasiona. Sin rellenar. Ni crema, ni nata. Roscón en la amplia significación de la palabra. Cortar las raciones y untarlo en el café con leche de la mañana no es comparable a muchos placeres. Lo compro muy pronto. Levantarse, duchita, afeite, vestirse y a la calle. No suele haber mucha cola. Calentito, recién salido del horno, con guindas y naranjas secas, olor a azahar, vuela a casa a velocidad de vértigo. Casi la misma con la que desaparece.

 

 

Es algo así como el remate de faena, porque a partir de hoy lunes, si nada ni nadie lo impiden, sopa reparadora, sanadora y adelgazante, mañana, tarde y noche. Limpieza de cañerías y adaptación estomacal a la anchura de camisas y pantalones. ¡Tengo una sopa que te quiero decir!. La propuesta se refiere a un producto bajo en calorías, que quita el hambre y que te ayudará a salir del trance y volver al punto habitual de pincelito o brocha gorda según qué casos.

 

Los ingredientes son: Zanahorias, calabaza, acelga, nabo, apio, puerro, cebolla y agua. El proceso de preparación es el habitual: lavar la verdura, cortarla, cocerla. Normalmente, ningún condimento más, salvo un poco, pero poco, de sal. Ni se te ocurra echar panceta, una puntita de jamón, patatas…porque entonces no te servirá de mucho.

 

Luego, si quieres, de segundo una pechuguita a la plancha, o pescado a la parrilla y fruta. Tira por la ventana los polvorones y turrón sobrantes y esconde bajo siete llaves las galletas y el chocolate que tanto te apasionan. Una semanita más o menos y levantarás la pierna con más agilidad que Anna Pavlova, aquella bailarina extraordinaria a la que por cierto dedicaron en Australia un pastel que lleva su nombre y que obviamente esta semana está totalmente prohibido, porque contiene frutas de invierno y merengue.

 

Merengue, por cierto, ya tuvimos suficiente ayer. Los partidos “pre” y “post” navideños son peligrosísimos. Los primeros, porque los futbolistas piensan ya en las vacaciones inmediatas y los posteriores, porque la respuesta que vayan a ser capaces de ofrecer los jugadores es imprevisible. Por razones que se me escapan, la feligresía pensaba que el encuentro del Bernabeu ofrecía una oportunidad estupenda para asaltar el fortín, porque el rival tenía unas cuantas bajas de tronío. Nosotros, también. Les faltaban defensas, pero les sobraban delanteros y el Madrid tiene más pegada que Cassius Clay.

 

De las cosas más sensatas que leí en la semana encontré las declaraciones del capitán Xabi Prieto: “Si no jugamos perfectos en el Bernabeu volveremos con una goleada”. Quiso decir claramente que el rival disponía de suficientes argumentos para mandarte a paseo en cuanto te descuidaras. Incluso Montanier, inesperadamente revestido de humor, eligió a Casillas como extremo y a Ronaldo como portero en el plan que pudiera urdir Mourinho, que se mantuvo dentro del charco en el que se había metido para situar bajo los palos al joven Adán. ¡Tonterías, las justas!. A veces me pregunto si el portugués quiere que le echen.

 

Lo cierto es que el chaval a los seis minutos estaba expulsado en el vestuario, había hecho un penalty de libro y dejado a su equipo con diez. Salió Casillas por necesidad, pero no aceptó el brazalete de capitán que le ofrecía Ronaldo. Todo sucedió en un inicio loco con gol encajado por los realistas mientras la gente se sentaba en los asientos. Una vez más no salimos enchufados, porque lo del miedo escénico se cumple a rajatabla en escenarios como el de ayer.

 

Nosotros, a lo nuestro. Txistu, tamboril y pirrilera porque por esas cosas que llegan de repente, la gastroenteritis afectó a varios jugadores de la entidad a lo largo de la semana. Alguno se quedó en casa, otros viajaron y no jugaron y finalmente algún afectado piso la hierba del Bernabeu. Con ese cuadro que se silenció para no dar pistas al enemigo, los realistas saltaron al Bernabeu en plan mírame y no me toques.

 

Remontó por dos veces los tantos adversos. Encontró en Xabi Prieto el individuo capaz de capitanear un proyecto que se puso espléndido tras el primer empate y la superioridad numérica, pero faltó calma y concentración. El equipo dio la cara, se vació, pero adoleció de esas virtudes que son necesarias tantas veces para cerrar los partidos. En tres minutos del segundo periodo, el Madrid que estaba hecho un manojo de nervios dio la vuelta al marcador. Lo puso en franquía con dos goles de colchón haciendo inútil el esfuerzo guipuzcoano hasta entonces.

 

A esta hora creo que perdimos una oportunidad pintiparada para sacar un resultado positivo, porque cometimos errores que en un campo como Chamartín se pagan. Marcar tres goles fuera de casa y no puntuar…Nos llevamos tres bajas, Estrada, Mikel e Iñigo, para recibir al Depor. Se buscan defensas. Así que esta semana, sopa de verduras para adelgazar y para templar esos estómagos movidos que a lo mejor terminaron por pasarnos factura.

 

 

 

 

 

 

Iñaki de Mujika