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Los domingos toca paciencia

Dicen que a un plácido domingo le sigue un jodido lunes. Sin duda, quien acuñó tal aseveración es ajeno al fútbol, porque la placidez en este deporte no existe. Da igual si estás arriba, en medio, o abajo. Se disfruta pocas veces. Jugando con el nombre y el apellido del conocido tenor se instruyó un dicho más o menos entretenido.

Ahora que el Depor ha pasado por Anoeta con Domingos Paciencia en la bancada, supongo que no será difícil intuir que a una jornada dominical le sigue otra de resignación. Es lo que parece en la actual situación del conjunto gallego que preside Lendoiro, un dirigente peculiar. Reconoce que la deuda del club es de cien millones de euros y que no le queda más remedio que irse a concurso porque Hacienda le bloquea los ingresos del contrato televisivo, algo así como el elixir de amor de las entidades que no saben qué hacer para hacer frente a la situación en la que se encuentran.

Llama la atención que con semejante situación económica “no pase nada”. Lendoiro es el dirigente que lleva más temporadas al frente de un club de Primera. Aguanta desde 1988 todas las mareas. En los años gloriosos ganó liga, copas, supercopas e intertoto. Vive del 1% del presupuesto del club por acuerdo asambleario. Se le conoce por su dureza en las negociaciones y por la nocturnidad de las mismas. Todo comienza con una cena que se prolonga durante la madrugada. Cuentan que un día convocó a la U.D. Las Palmas a la medianoche y concluyó al mediodía del día siguiente.

Cuando lees las cosas que le pasan y el pedazo de cañón de impagados, te preguntas cómo es posible que se llegue a esa situación. Si los jugadores cobran, a quién se debe tanta pasta. A Hacienda, entidades bancarias y a otros proveedores. Cien millones de euros, que traducidos a pesetas constituyen más de dieciséis mil millones. Es un milagro que compitan, cambian de entrenador en mitad del ejercicio y se refuercen en el mercado de invierno.

Claro, todo pasa por quedarse en Primera División, porque descender otra vez supondría ruina. ¡Qué les voy a contar que no sepan y hayan vivido en carne propia!. Por eso, los gallegos han reaccionado tratando de apuntalar como buenamente puedan aún a costa de hipotecarse más. Llegaron a Anoeta con traje nuevo, tras derrotar al Málaga y recuperar sensaciones. Conceptos defensivos muy desarrollados y ganas de sorprender a un equipo que por atrás saltó al campo con gente muy poco habitual, pero que falló adelante.

Ansotegi y Elustondo, los elegidos por Philippe para el eje de la zaga, no jugaban juntos como titulares desde el pasado agosto en el debut liguero. Los dos cumplieron haciendo un partido saneado, pese a que parte de la afición que vive con el mediocampista una relación de desamor, estuviera muy atento a las posibles anchoas. Presión añadida para el futbolista y para su técnico. Montanier es como es y no va a cambiar aunque le peguemos como a una piñata. Primer cambio, en el sesenta y nueve, pese a que no vayas ganando, dispongas de un futbolista más que el rival o no estés llegando con peligro a la meta contraria. Da igual. Minuto erótico y a correr. Luego, delantero por delantero. Y el tercero que parecía claro no se produce. Al final, decepción porque empatas en casa ente el colista que es el equipo que más goles encaja en la categoría, juegas en superioridad y pierdes una oportunidad estupenda para sumar tres puntos y afrontar la visita del Barça y la segunda vuelta con la ilusión del que sueña con algo.

Leía ayer una entrevista del seleccionador francés de balonmano Claude Onesta. Ha conseguido ganarlo todo, pero sigue con la misma actitud ante los compromisos. Entre las cosas que me llamaron la atención encontré una respuesta cautivadora: “Un gran equipo no es nada si no hay pasión”. Durante toda la tarde añoré que los nuestros se comportaran con la intensidad que demuestran los equipos grandes, los que saben esperar el momento para cazar la pieza.

Con el gol gallego y la sensación que daba el equipo desde el primer momento, todo apuntaba a dificultad, porque los futbolistas andaban romos de ideas, empecinados en entrar por el centro que era donde había más rivales y escasos en movilidad. El devenir de los minutos y la tendencia apenas cambió. Y nadie a esta hora podrá decir que el empate es injusto, pese al merodeo sobre el área de Aranzubía. Con el colista de visitante, ¿cuántos tiros a puerta entre los tres palos?.

Menos mal que antes del descanso, Vela, en plan Juan Palomo, guisó y comió la jugada del empate que, en teoría, debía darnos bríos para culminar la remontada. Esperaba una salida fulgurante, pero el cohete no llegó ni a petardo. Los minutos transcurrieron con más pena que gloria. Empate y gracias. Eso sí, mordiéndonos la lengua y aguantando lo que haga falta, porque hay domingos en los que toca paciencia.

 

Iñaki de Mujika