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¡A media luz los tres!

Como en el tango. La Real ganó al Barça “a media luz”, aprovechando los apagones de algunos focos, el exceso de confianza de los catalanes y las dos tarjetas que se ganó Piqué en sendas jugadas en las que no se mostró riguroso consigo mismo. Cuando en pleno descuento Agirretxe rubricó el impecable centro de Carlos Martínez y puso Anoeta patas arriba, el conjunto blaugrana veía terminada su exultante racha de buenos resultados.

El Barça se tomó en serio el partido de Anoeta. Vino de víspera por si el mal tiempo (cosa nada extraña) impedía el aterrizaje pocas horas antes del encuentro. El equipo descansó a orillas del Urumea, cerca de la desembocadura, mientras otra parte de expedicionarios (periodistas y turisteo) reservaban mesas en una sidrería de Astigarraga para mover carrillo y mojar gaznate. ¡Qué dura la vida del enviado especial!.

Los catalanes llegaron pocas horas después de conocer que el portero titular del equipo decide no continuar en la entidad cuando concluya el contrato que les relaciona. Así es Víctor Valdés. Mientras el sueño dorado de miles de futbolistas y centenares de guardametas es pertenecer a la entidad blaugrana, él entiende que su ciclo se termina, que desea vivir otras experiencias más allá de ganarlo todo, incluidos los buenos euros que cobra. Evidentemente, la decisión debemos respetarla.

Cuando se decida a hablar y explique los porqués, conoceremos las razones que bullen en el corazón y en su cabeza. Mientras tanto, supuestos y rendimiento eficaz que es lo que el equipo necesita para seguir logrando los objetivos que persiguen. Quizás por eso, ayer en Anoeta, además de la bullanga montada, había que fijarse mucho en el cancerbero, por ver si se descentraba y cantaba más de lo habitual.

Valdés no es un chico que me caiga especialmente bien, sobre todo a raíz de un partido que la Real jugó hace años en el Nou Camp. Terminado el encuentro, ya en la zona de vestuarios y entrevistas, pasó a mi lado y le pedí que me atendiera. Pasó de largo. No me hizo ni puñetero caso. ¡Y eso que habían ganado!. Montanier también valoró la capacidad deportiva del meta en la previa: “Para la Real lo mejor es que no juegue”.

Jugó, claro que jugó, porque aquí no andan con un zipizape en la portería como sucede con sus directos rivales. Y sintió en carne propia los zarpazos del enemigo. El primer tiro a puerta entre los tres palos fue gol. Creo que el segundo también y el tercero. Chory Castro, esta vez en el equipo desde el principio, encontró el camino que parecía imposible. El Barça lo debió ver muy fácil con dos tantos a favor en el marcador, otros tantos palos, y un balón sacado desde la línea. Pero el primer chicharro en contra, poco antes del descanso, fue decisivo en la suerte final del encuentro.

Lo que debiera haber sido sentenciado por los de Tito Vilanova se convertía en el marcador apretado que a los realistas les daba vida cuando casi les cantaban el gorigori. El descanso supuso lo que se intuía. Los guiputxis volvieron a la carga. Siete minutos después de reanudarse el juego, Pîqué compró boletos en la tómbola equivocada y se fue al vestuario. La tendencia del partido fue cada vez más unidireccional. Llegó el segundo con la fortuna que un equipo aspirante necesita. Chut, desvío y a la jaula. Con las tablas en el marcador, con uno más, con la grada entusiasmada y con el Barça kili-kolo, era el momento de Montanier.

Debía estar tan entusiasmado que dejó pasar el habitual minuto erótico para realizar la primera sustitución. Esta vez no estaba Cadamuro para hacer de Xabi Prieto y taponar la banda. Esta vez decidió no defender sino atacar. Sacó dos delanteros. Primero, Ifrán y más tarde Agirretxe, junto a la donosura de Rubén Pardo que tuvo tiempo para codearse con la crème de la crème. Paulatinamente el Barça intuyó que el punto era bueno y había que defenderlo. Adriano saltó al campo para cumplir con el objetivo.

Y si la suerte es para el que la busca y para quien hace de la ambición un compañero de viaje, nada más hermoso que marcar el gol de la victoria cuando el tiempo está cumplido. Lo merecía el planteamiento del entrenador con Markel Bergara, imponente en el eje del engranaje. Lo merecía la fiel hinchada que atesora en la retina momentos inolvidables como estos en días tan señalados. Lo merecía el equipo por fe y actitud. Y a lo mejor lo merece el fútbol y el campeonato que, dicho sea de paso, está bastante aburrido.

Tres goles, a media luz los tres, como aquella obra teatral de Miguel Mihura en la que el protagonista, Alfredo, vivía tratando de conquistar a las damas. Anoche, entre anuncios de ciclogénesis y retumbar de tambores, todo mereció la pena.

Iñaki de Mujika