elbeaterio.es

Junto al pretil de la Kai Zaharra

El primer viernes de julio lució el sol desde el inicio del día y concluyó la jornada sin una nube y con temperatura agradable. Después de todo lo soportado, era previsible que no hubiera una mesa libre y que se llenasen todas las terrazas de Hondarribia. La gente necesitaba ponerse chancletas, bermudas, y alpargatas. Salir a cenar en ese entorno merece la pena. Fue algo así como si se abriera el portón de Santo Domingo y salieran los toros a la carrera.

Iosu Carrión lleva los fogones y las propuestas del Kai Zaharra en el paseo Butrón. Es llegar prontito, pedir mesa y sentarte. Casi todo está reservado. Es bueno llegar antes que todo se desborde. Nada más entrar, un chico que conozco hace años se encuentra frente a un jamón que corta con un enorme cuchillo. Pinta estupenda, así que ya tenemos el primero.

No era muy de mejillones, pero desde que descubrí en el Txantxangorri los salteados de Bouchot que preparaba Julio Rebolleda me convertí en fiel seguidor. Aquí con un aderezo rico en limón. Compartes un plato y no dejas ni el olor. Si no eres vergonzoso y tienes confianza con el resto de acompañantes, hundes barquitos en el fondo de la salsa y ni te digo.

Como todo va compartido, nos dejamos convencer fácilmente. Acaban de pescar txipirones en la desembocadura del Bidasoa y llegan a la cocina al momento. Casualmente ese día los comí en su tinta, y ahora eran a la plancha, con unas patatas panadera y unos hilos de pimientos verdes y rojos como compañía. ¡Qué diferencia cuando salen tersos, sabrosos, en su punto!

Como entre una cosa y otra nos habíamos bebido unas cuantas cañas, estaba claro que iban a caer sendos sorbetes. Bordan el de mandarina, que esta vez no había, así que nos fuimos al limón, igual de rico, con pajita para sorber como los niños. En la mesa de al lado, gentes de Mondragón y Oñati, que nos identifican, porque han venido otras personas a saludarnos y a preguntar por la Real y por la salida de Illarramendi (tema estrella).

No queremos café, sino un gin tonic, fresco, suave, hecho con cariño. La noche lo agradece junto al mar. Entre las sombras oscuras va y viene la “navette” que lleva y trae pasajeros desde el puerto de Hendaia. Los pretiles del paseo están llenos de gente sentada con las copas en la mano, con vestidos de colores, hablando en alto y tratando de escuchar una música lejana. Es viernes. No hay prisa. Por eso, cuando has disfrutado de buena compañía, de buen menú, ni miras al teléfono, ni atiendes el móvil. En estos casos, siempre lo dejo en casa.

Iñaki de Mujika