Los campeonatos del mundo de atletismo están ofreciendo seguramente espectáculo, pero cuando te ubicas ante la pequeña pantalla y compruebas que los espectadores brillan por su ausencia en un estadio emblemático como el Luzhnikí moscovita, tienes la sensación de asistir a una competición de orden menor.
Moscú no ha respondido a la llamada. Los aficionados al atletismo son selectivos porque conocen el valor de los esfuerzos, lo mucho que cuesta mejorar una marca, e incluso poder participar en las grandes citas. Los estadios se abarrotan por ejemplo en las citas olímpicas, porque acuden espectadores de muchos países atraídos por las figuras emblemáticas que compiten.
En este caso sucede lo mismo. Están los mejores, con Usain Bolt, al frente. El velocista jamaicano firmó una actuación meritoria en la prueba de 100. Bajo la lluvia consiguió el mejor crono del año. No fue peor la versión femenina de Shelly Fraser, su compatriota, superior de largo a las rivales Ahoure y Carmelita Jeter. Triunfos desangelados por la falta de pasión en las gradas.
Y eso que también coincidió un fantástico concurso de pértiga. Los ojos estaban puestos en Renaud Lavillenie, el francés favorito, que vio pasar a su lado el título camino de Alemania. También pasó el listón por encima de 5.89 el teutón Holzdeppe, medalla de oro por fallar menos en los saltos precedentes. Es decir, que hay suficientes atractivos como para cautivar al gran público, pero en Moscú piensan en otra cosa.
En muy poco tiempo hemos compartido altas competiciones en balonmano, natación, atletismo y muy pronto baloncesto. No sé si hay recursos suficientes para hacer frente a tanta cita que obliga a las federaciones a buscar recursos debajo de las piedras. Tal vez, tengan que distanciarse en el tiempo y ampliar el tiempo entre campeonatos. De dos a cuatro años, por ejemplo, como las citas olímpicas.
No voy a calificar el papel estatal en este mundial, primero porque no han concluido las pruebas y luego, porque soy incapaz de valorar esfuerzos y realidades. Los tiempos de Cacho, Antón, Martín Fiz y compañía son otra historia. Ahora, sólo han dado sensación de vida la tarde en que se retiraba, eso dicen, la pertiguista Isinbayeva, campeona del mundo otra vez. Esa vez, sí, el recinto parecía vivo, porque el reto de días hay que preguntarse dónde se han metido.