elbeaterio.es

Lección de filosofía aristotélica

Esto de escribir artículos cada dos días con la Real en medio obliga a exprimir las neuronas hasta encontrar la fuente de inspiración necesaria para no caer en la tentación de aburrir y repetirme como los niños repipis y loritos de las escuelas que, cuando daban la lección por oral, trataban de enseñar al profesor que se la sabían. Con voz de tiple se esmeraban en mostrarse superiores a la mayoría. ¡Cursis más que cursis!.

Aquello de hablar en público no me gustaba nada y, cuando había que salir a la tarima que estaba junto al encerado a contestar las preguntas del profesor, sentía un cosquilleo nervioso, acompañado de tembladera que recorría mi cuerpo, entonces finito y sin degradar. El peor de todos nos daba filosofía. Se movía entre la ética y la lógica. Veterano experto en pensamiento hacía sus pinitos versificando poemas y tratando de convencernos de lo que nos convenía para el futuro. Letras y humanidades, por encima del bien y del mal.

 

Un día de esos de examen ante el resto de la clase no tuvo mejor idea que preguntarme por las causas en que debíamos fijarnos para entender a los entes. Sonó mi apellido como si fuera el fin del mundo. Levanté las posaderas del pupitre compartido, Caminé tembloroso mientras pensaba la respuesta. Inseguro respondí: “Material, formal, eficiente y final”. Al ver que no había reacción negativa tranquilicé mis músculos jóvenes y debí reforzar la intervención con un ejemplo.

Esa definición correspondía a Aristóteles que explicaba este punto a través de una talla de bronce, hecha por un escultor en honor del dios Zeus para embellecer la ciudad. Fue tal la exhibición de conocimientos que el profesor, nacido en un pueblo de Soria, se dio por satisfecho y decidió que volviera a sentarme.

Traducido esto al encuentro de anoche cabría defender el paralelismo.  Un entrenador prepara un equipo para ganar un partido con un balón y satisfacer a sus seguidores. La causa material correspondería al esférico; la causa formal, el partido; la eficiente, el entrenador y la final, ganar la contienda y satisfacer a los seguidores. Todo a una y relacionándose. Intuía antes de comenzar el encuentro que los jugadores moverían nerviosos sus piernas, sabedores de que debían subir al estrado y recitar la lección ante la mirada complaciente de sus partisanos. Era una experiencia inédita para la mayoría, lo mismo que una oportunidad para enseñar el nivel de conocimientos y respuestas a las exigencias.

Inmersos en una espiral de partidos sin tregua, la Real se presentaba con sus mejores galas para recibir a un equipo que sonaba pero sin muchas referencias. La Wikipedia ayuda a descubrir las realidades. Confieso que busqué Donetsk, quizás porque pudiera ser el destino de un viaje en noviembre. Sonreí al leer que la temperatura diaria dispone un promedio de un grado y que en esas fechas el record está en menos 22. Con recursos que a veces resultan inexplicables construyeron un estadio monumental como el Donbass Arena en el que jugarán los nuestros para su disfrute porque es un campazo.

Cabía la duda de saber cómo era el equipo y cual su comportamiento con esa mezcla plural de razas, colores, religiones y procedencias de sus futbolistas. Todos ucranios en la zona de contención y un mapamundi desde el centrocampo hasta la vanguardia, además de un técnico avezado y curtido en mil batallas como Mircea Lucescu. En el otro lado, la lesión de última hora de Zurutuza es posible que trastocara los planes de Arrasate, obligado a modificar el centro del campo y los minutos de los protagonistas. Las cosas fueron más o menos bien en el primer periodo, dominando y llegando, tratando de sorprender a un portero que no daba sensación de fortaleza.

Estos equipos del este son raros y más si en sus filas militan futbolistas de poco rigor táctico. Los brasileños, casi desaparecidos antes del descanso, leyeron el partido en la continuación y se fueron como cohetes a la portería de Bravo al que sentenciaron dos veces desde lejos, pero la sensación sobre todo después del primer gol ofreció la cara de superioridad visitante. Los ucranios ofrecían una lección, no de filosofía aristótélica sino de experiencia. Esperaron dejándose querer, hicieron las faltas necesarias, pararon el juego y demostraron sus tablas ante un equipo más bisoño, entregado a su suerte que imaginó un paisaje y se encontró con otro mucho más agreste que el de hace unas jornadas ante los franceses de Lyon.

Más allá del resultado, de las consecuencias físicas, de las lesiones graves, sólo queda seguir haciendo el camino, viviendo cada experiencia sin rasgarse la menor vestidura. Se trata de adquirir cuajo, dosificar esfuerzos y no temblar cuando debes examinarte. Los temarios muchas veces son áridos, poco gratificantes y farragosos. Los seguidores seguirán cerca, sin perder la ilusión, como los sabios que lo fueron siempre por las trayectorias labradas a lo largo del tiempo y no por un de repente.

Iñaki de Mujika