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El mazo y el mazazo

El envoltorio llevaba dentro un caramelo envenenado.  La Real afrontó el partido frente al Shakthar con la ilusión del principiante, confiado en que sus recursos habituales bastarían para hincar pronto el diente y saborearlo. Los primeros lametones respondían a lo previsto. A medida que lo dulce fue desgastándose, apareció un amargor inesperado que terminó por aborrecerlo. Un mazazo en toda regla.

Europa y la Champions constituyen una competición extraordinaria a la que acuden los mejores equipos. Treinta y dos en concreto. La Real por sus méritos está entre ellos. Lo que no quiere decir que vaya a disputar partidos fáciles y afrontar encuentros en cómoda superioridad. Eso no existe. Todo lo contrario, Los de Arrasate no son favoritos y sus opciones deben llegar siempre a través del buen juego y la convicción.

Es posible que los recursos habituales valgan para buena parte de los encuentros de competición doméstica, pero no tanto para los de máxima exigencia. Los ucranios del Shakthar no son mediáticos, sus futbolistas no aparecen en las colecciones de cromos, pero disponen de experiencia suficiente como para sorprender a cualquiera. Les da lo mismo el campo y las circunstancias.

Lo que para la Real era un partido grande e ilusionante, para el cuadro de Lucescu era uno más en la larga lista de sus comparecencias continentales. Tienen tablas y saben explotar sus recursos. Quizás ese fervor entusiasta de los seguidores realistas, incluso del propio entorno, pudieran plantear una realidad distorsionada contra la que chocas sin darte cuenta y sales mal parado.

En el debut de los guipuzcoanos casi todo fue al lado de la balanza negativa: la derrota, la grave lesión de Granero, cierta sensación de cansancio en alguno de los futbolistas referentes y el “ploff” que supone en la mayoría un palo como el que infligió el Shakthar. Todo esto es mejor valorarlo partido a partido, mezcla de liga y copa. No será necesario perder mucho tiempo en lamentarse ante la inmediatez de otras cotas no menos exigentes. Afrontarlas y superarlas vuelve a ser un reto. Y no menor. Teníamos el mazo agarrado con fuerza, pero se nos fue de las manos cuando menos se esperaba.

Iñaki de Mujika