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En torno a la honestidad

He entrevistado esta semana a un chaval de 19 años que es árbitro de la mejor categoría regional de Gipuzkoa y que sueña con llegar lo más arriba posible como tantos otros que, por vocación, eligieron la parte del deporte que significa hacer cumplir los reglamentos e impartir justicia en el desarrollo del juego.

Lo mismo que los jugadores eligen espejos en los que mirarse, ellos también cuentan con  árbitros favoritos. Cuesta mucho creer que el asturiano Muñiz Fernández lo sea. En dos de sus últimas actuaciones ha creado confusión e indignación. La prensa de Madrid disparó todas sus baterías de costa cuando en el Barça-Sevilla el trencilla anuló al cuadro andaluz un gol legal que le privó de sumar un punto.

No ha habido que esperar mucho tiempo para la réplica desde la otra parte. Un penalty de regaliz permitió al Madrid ganar el partido de Elche, cuando el tiempo estaba cumplido y el empate se antojaba inamovible. Es decir que los dos equipos grandes se vieron claramente beneficiados como tantas otras veces. Son los menos indicados para poner el grito en el cielo. Los demás competidores están mucho más armados de razones para quejarse de los errores que casi siempre benefician a los mismos.

Dicho lo cual convendrá suponer que a este árbitro, que además es internacional, le mandarán a la llamada “nevera”, sitio en el que se purgan los errores. El asturiano que el año pasado firmó una temporada impropia de un buen árbitro, no parece que esté en la línea de mejora exigible a todo colegiado profesional.  

Sentado ante el televisor, viendo el arbitraje de Elche, me acordé del chaval. ¿Qué estaría pensando?. Supongo que se hizo preguntas. Entre ellas cómo se puede equivocar tanto y en la misma dirección. Debemos creer en la honestidad de los árbitros, pero hay tantos ejemplos que nos hacen dudar…

Iñaki de Mujika