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¿Con quién ha empatado el tal Jackman?

La relación que mantengo con el séptimo arte no es idílica precisamente. Más bien, todo lo contrario. Casi podría recordar las películas que he visto en toda mi vida, desde niño hasta el momento que me ocupa. Son algo así como impactos que van desde las infantiles Peter Pan, Blancanieves o 101 dálmatas a otras de más enjundia. Por ejemplo, “El señor de la Salle” con Mel Ferrer de protagonista. Como antiguo alumno de la congregación lasaliana fueron unas cuantas las repeticiones de aquella proyección que pertenecían al guión de los grandes acontecimientos colegiales

Un poco más adelante, Ben Hur, Moisés, El Cid, con Sofía Loren en el papel de Jimena y Charlton Heston como Rodrigo. Llegado el tiempo universitario se me ocurrió apuntarme a un cine forum. Una época en la que descubrí la llamada “nouvelle vague” francesa, la nueva ola de los Vadim, Godard, Truffaut, Chabrol y compañía. Veíamos sus obras y muchas americanas que abrían el abanico del spaghetti western a Fahrenheit 451, película que por cierto me impactó.

Para que veas que no oculto nada, reconozco haber pasado el Bidasoa alguna vez, camino del Varietés de Hendaia en donde se proyectaban filmes del llamado “cinema cochon”, es decir, verdulería al cubo, cuando en este lado de aquí lo más de lo más había sido una “kattalin” difuminada de Elisa Ramírez, escondida tras un tul, en La Celestina.

Los años te llevan por otros caminos y sólo en algún momento existe la posibilidad de recuperar el idilio con la gran pantalla. Unas cuantas de Almodóvar, otras de Bigas Luna, alguna italiana de Fellini y poco más. Por eso ahora, cuando veo a tanta gente con tiempo libre, capaz de ir al cine a las nueve de la mañana, siento una mezcla de nostalgia e indignación. Por el pasado y por lo bien que viven algunos, con la acreditación colgada del cuello, mañana, tarde y noche. Me encanta también que haya un público, no pequeño, que se aposta tras una valla esperando que por la pasarela desfile el actor/actriz que les conturba.

Ignorancia supina por mi parte al reconocer que no tenía ni idea de la existencia de Hugh Jackman hasta que se ha paseado por nuestras calles, alborotando a todo lo que se movía. Dicen que le gustan las maduritas. Será. Alguien trasladó a Facebook una foto del protagonista, provocando todo tipo de comentarios. Por ejemplo, en la cuenta de una buena amiga: “Impresionante!!!, Ama Birgiña Antiguaku, cómo se puede estar tan buenorro”!!!.- Es entonces, cuando te fijas más en la foto y preguntas qué tiene éste que no tengan Markel, Rubén o Seferovic o con quién ha empatado.

Supongo que si al actor le das un balón lo pierde ante el primer ejercicio de presión. Eso es lo que le gusta a Unai Emery. Quiere que su equipo presione, robe balones, ocupe espacios, juegue al fútbol y gane partidos. Conceptos que firmarían el resto de sus colegas. Intuíamos un partido táctico. Los dos entrenadores estudiando mucho a sus rivales y diseñando en la pizarra las líneas maestras de la conquista. Quedaban las dudas de los esfuerzos físicos y de la frescura en el ritmo del juego. El gol tempranero agudizó las tendencias y los temores.

El Sevilla se parapetó con sus dos líneas cercanas, cerrando los caminos hacia la puerta del inseguro Beto a la espera de una nueva oportunidad con la que sentenciar. La Real entró en esa fase en la que la cabeza se atolondra, da vueltas pensando en lo que no debe y se pierde en amagos. La posesión del balón era guipuzcoana pero el marcador sonreía a los hispalenses. El descanso sirvió para retomar el camino y los cambios aportaron aquello que se buscaba, por lo menos para conseguir las tablas. Un poste devolvió el cabezazo de Vela antes de la igualada de Griezmann al que le vino mejor la ubicación de la segunda parte. Quedaban minutos para intentarlo. Los dos, porque los sevillanos metieron más pólvora antes de la expulsión de Cala tratando de recuperar la ventaja perdida. Abierto el partido, con el balón en transición constante, pasaron los minutos que no cambiaron el decorado.

Es como las películas de cine. Muchas veces intuyes el final porque se ve venir. Dure lo que dure el film, todo apunta al final previsto, salvo que un director se líe la manta a la cabeza y la monte. O aparezca un actor secundario que se lleve el premio mayor. Supongo que era lo que Jagoba pretendía con la entrada de Haris y Zurutuza, cabelleras rubias de buen pelo, justamente en el día en que una película “Pelo Malo” se lleva la Concha de Oro. Un film venezolano que cuenta historias de la vida, de la intolerancia o la incomprensión.

Sigo creyendo en este equipo y en sus componentes, aunque nos esté costando arrancar. Creo en los que quedan enteros y en los que pasarán o han pasado por quirófano. En los que están de baja y no pueden sumar. En todos, Ellos han protagonizado grandes tardes y lo seguirán haciendo, aunque a estas alturas algunos crean que es imposible. Nos esperan Leverkusen, el Rayo y el descanso. ¡A por ellos!.

 

 

 

Iñaki de Mujika