Decimoséptimo partido oficial desde que se inició la temporada doblado el ecuador de agosto. Si te animas a calcular, puedes entretenerte y analizar desde la frialdad el trayecto que llevamos. Convendrá no perder de vista que en ese tiempo pasado, disfrutamos de un parón un par de veces, con lo que si restas esas fechas y dejas las demás encontrarás que en menos de dos meses este equipo de nuestras entretelas ha jugado partidos como confetis y que es un despropósito. Es lo que hay.
Estos hechos obligan al entrenador a rotar jugadores, a tratar de mantener el nivel competitivo para que los futbolistas acaben bloqueados en lo físico y en lo anímico. Que Arrasate se decidiera por Anso, José Ángel. Elustondo, Pardo, Chory y Vela de falso nueve no era más que una respuesta necesaria a la realidad con la que convive. Despiertos y disponibles.
Les entiendo como si les hubiera parido. No concibo que haya personas que puedan dudar de la honestidad o la actitud de los jugadores, más allá de aciertos o desaciertos. A veces la pasión impide convivir con la realidad. Si yo, que no me muevo, no doy abasto en mi trabajo porque no hay respiro, el equipo debe estar hasta la peineta del trajín y necesita liberarse de tensiones, ansiedad e incomprensiones. Incluso, aunque no me gusten esos gestos, trato de entender una postura como la de Seferovic. De estas cosas y de otras hablamos en una cena el pasado jueves. Llevaba dando largas a este encuentro en el que compartí mesa con gentes del fútbol y de la Real. Hicimos muchas risas y lo agradecí porque lo necesitaba.
Un revuelto de buenos hongos, bacalao al horno, queso del país y un corneto de chocolate y almendras antes del café. Buen vino y mejor charla. Como era gente sabia y con conocimiento se debatía sobre la evolución de los jugadores desde la etapa juvenil. Los que progresan y los que se estancan y lo complicado que es decidir en las secretarías técnicas. Muchas preguntas que se relacionan con las razones prioritarias a la hora de elegir. En pocos años, ha cambiado el perfil del futbolista estándar. Antes se buscaban altos, fuertes, poderosos, guerreros y con capacidad de choque. Ahora, rápidos, técnicos, polivalentes, creativos…
Incluso recordamos los tiempos de la disciplina implantada, el estilo propio de cada entidad. Ni melenas, ni barbas. Media alta, camiseta por dentro, botas negras con taco de aluminio y tonterías las justas. Primaba el orden por encima de todas las cosas. Por eso, cuando veía el viernes jugar al Espanyol en el Nou Camp pensé en qué hubiera sucedido si un día de aquellos un futbolista como Thievy se presenta a un partido con la cabeza rapada por los flancos, con cresta negra elevada por la gomina y teñida de rubio dorado en uno de los laterales. Un despropósito que la cultura actual acepta desde la libertad.
La cena, en una sociedad de Andoain, se despidió cuando el termómetro marcaba siete grados y las campanas de la parroquia habían dejado de tañer. Nos despedimos con el regusto de un agradable rato. Al poco de salir, y en medio de la oscuridad de la noche, se apareció a lo lejos una calavera blanca por el arcén de la derecha y viniendo de frente. Susto morrocotudo. No había bebido tanto como para tener visiones. Cuando nos cruzamos, seguí con la mirada a un chaval montado en bicicleta, todo vestido de negro y con una careta que atemorizaba. Noche de Halloween que había olvidado. Son momentos que pertenecen al guión de cada momento.
Las últimas comparecencias de Osasuna y Real Sociedad llevaban el tinte de la igualdad. Poco gol, pocas ocasiones, poco fútbol, mucho contacto y partidos resueltos por pequeños detalles. La primera media hora llevaba ese camino, aunque bien cierto es que los navarros trataban de combinar y jugar el balón muy por encima de otras ocasiones, pero el fútbol son goles y estos cayeron todos del lado local. Los técnicos se esfuerzan mucho en que sus equipos sepan dar respuesta a las acciones de balón parado.
En estas se necesitan un buen pasador/ponedor y alguien que las remate. Rubén Pardo se calzó las botas como nunca y puso balones envenenados. Iñigo Martínez avisó antes que Ansotegi resolviera. El encuentro que hasta ese momento era soso y sin pasión cambió la fisonomía y aceleró los ritmos. Mucho más cuando en la segunda mitad, Iñigo ampliaba la ventaja al poco de reanudarse el juego con influencia clara en el devenir del encuentro. El partido se decantaba claramente a favor de los realistas. Item más, con la expulsión de Lotiés en la espléndida acción de Vela. Cayeron luego otros tres y la convivencia con el dominio y la posesión.
El resultado nos devolvió a tanteos de la pasada década. Nadie ha metido este año tantos goles de cabeza como Griezmann. Nadie como él enlaza una racha marcando en cuatro encuentros consecutivos. Nunca Osasuna perdió ante la Real por tantos goles y lo que es más importante, los guipuzcoanos suman diez puntos de los últimos doce. Arrasate decidió lo que le parecía idóneo para el equipo. Le criticaron la alineación antes de iniciarse el juego y con los elegidos goleó. Recuperó el estado anímico y la confianza de jugadores que se hacen muchas veces preguntas y de cuyo rendimiento hay quienes dudan. Diez goles en los últimos tres partidos a la espera del Manchester. Otra oportunidad para reforzar conductas y mantener opciones clasificatorias, aunque nos vamos a enfrentar a toda la corte celestial.