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La larga distancia entra la razón y el corazón

Conozco un chaval ucranio que es médico y estudia ahora la especialidad de cirugía. Atiende por Vladis y es uno de esos niños que un día vino a pasar el verano a casa de unos amigos. Afectado por una enfermedad de las derivas de Chernobil, se encontró con un mundo muy distinto al de su entorno habitual. Llegó con lo puesto, justo justo un neceser y un par de mudas. Traía en la cartera una foto de la familia, de sus jóvenes padres, del hermano pequeño y de su abuela. Lo mismo que del pueblito en el que residía donde la temperatura suele bajar hasta menos veintitantos.

No sabía una sola palabra en castellano, pero desde el primer día se esforzó en comunicarse. Le fascinaba el fútbol. Ese primer verano se nos ocurrió acudir a Navarra a un partido amistoso. Yendo por la autopista y ante la presencia de uno de los letreros azules con grandes letras blancas, leyó en alto ¡Tudela!, ante la admiración de los viajeros. Es decir que sin que nadie le hubiera enseñado nada, en pocas semanas era capaz de leer y decirlo. Cada año repetía experiencia, en tanto que se hacía maduro y reforzaba el conocimiento de las cosas.

Hablábamos muchas veces de fútbol. Prometí llevarle a un partido de la Real. En una de aquellas estancias coincidió cita en Garmendipe, un amistoso con el Lagun. Al concluir el encuentro, esperamos la salida de jugadores. Era el tiempo en que Khokhlov y Jankauskas militaban en la plantilla guipuzcoana. Fueron muy amables. Les expliqué quien era y le atendieron estupendamente. El chico estaba encantado porque hablaban su idioma. Lo mismo que otro día en que fuimos a Anoeta a un partido oficial que coincidió antes de la vuelta a su país. Era el primero de la liga ante el Atlético de Madrid. Le fascinaba la competición y el espectáculo.

Le regalaba cada año una de esas guías futboleras en las que aparecen equipos, jugadores, calendarios y estadísticas. Le apasionaba todo lo que se relacionaba con el balón. Era de Shevchenko, algo así como santo y seña del fútbol de su país. Un referente de los jóvenes que se enamoraban del remate, del gol y de la capacidad de decidir. Cuando hablábamos de él se le iluminaban los ojos. Un día salió a la palestra el fichaje de Demetradze. Comprendí pronto que no era de su agrado. Puso cara rara y no se explicaba que hubiera caído por estos pagos. Le parecía malo.

Por esas razones de la cercanía y de los momentos vividos en el tiempo se fue haciendo de la Real y disfrutaba con los éxitos en el año del subcampeonato y las competiciones europeas. Hubo veranos en los que no conseguía venir, porque la burocracia diplomática de los países lo impedía. Los encuentros posteriores se hacían por ello más intensos, porque había muchas cosas de las que hablar. En el tiempo se enamoró de una chica rubia que hoy es su esposa. Allí contraen matrimonio siendo muy jóvenes. Ese chico enormemente flaco y espigado, se puso ayer la bufanda txuriurdin en la gélida noche de Donestk desafiando a la gran mayoría.

Se llevó un disgusto porque esperaba más. Lo mismo que el resto de seguidores de este equipo que cambia las respuestas con demasiada asiduidad. Capaz de remontar un resultado tan adverso hace unos días, se durmió en los brazos de Morfeo en el gol que abrió la puerta de su calvario y repitió desastre defensivo en el que la brecha se hizo mayor y en ella se fueron las pocas posibilidades que restaban de seguir compitiendo en Europa. Volvieron a repetirse los mismos fallos y eso sí que preocupa. Falta de tensión, de intensidad, de concentración, recién abandonado el vestuario tras el descanso.

Pudo sorprender la ausencia de Mikel González en el equipo titular. Razones tendrá el entrenador a la hora de decidir el “once”. Algunas lesiones le obligaron a disponer sobre el terreno un equipo que no era el habitual. No jugó mal la primera media hora. Trató de controlar el balón y de llevar peligro a la meta de Pyatov, aunque esta misión le resultaba harto costosa porque los de Lucescu estaban bien en la contención y no ofrecían una sola fisura. Ese es precisamente el espejo en el que mirarse y aprender para futuros retos.

Ir al descanso con un gol en contra podía ser asumible. Es el momento en el que los técnicos orientan y plantean objetivos. Suelen exigir esfuerzos añadidos y tratar de convencerles que hay posibilidades y que hay que perseguirlas. Si dos minutos más tarde, se viene abajo el plan porque encajas un gol de verbena, no hay una sola cabeza capaz de superar la adversidad y de creer que la remontada no es utopía.

El partido y las opciones de continuar en la competición se diluyeron en ese instante. El gol de Alex Teixeira fue la sentencia y la despedida. Curiosa coincidencia. Al concluir el partido, la megafonía del Donbass Arena hizo sonar con todos los decibelios posibles el “Bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez…” Queda el encuentro en el que se cerrará la presencia en Europa, oportunidad de conseguir una victoria y de marcar algún gol, porque sólo hemos marcadoido uno en cinco encuentros. Conviene no echar en saco roto que en los dos últimos encuentros nos han enchufado siete caracoles. Queda claro que una cosa es jugar aquí en la competición doméstica y otra pegarte por el continente con equipos que te pueden pintar la cara en cualquier momento, por calidad y recursos.

La Champions se anunciaba como fiesta, como premio al esfuerzo realizado ante el Lyon que tanto supuso para todos. La única preocupación que a esta hora puede caber es la factura que nos pase este encuentro en las citas ligueras que nos quedan antes de comer turrón. Hacía frío y nos quedamos más fríos. Vladis se fue triste a casa. Imaginaba otra historia diferente, porque el corazón puede a la razón, Muchas veces no coinciden. La distancia es enorme. Querer y no poder. Creer y querer. Dudar y perderse. Bajar los brazos y dejar de ser…

 

 

 

Iñaki de Mujika