Leí anteayer la entrevista al presidente Aperribay, en un tête a tête con Mikel Recalde, con tiempo y tranquilidad como para no perder la perspectiva de las cosas y valorar en su justo término ese dicho acuñado que se relaciona con “dónde vamos y de dónde venimos”. Muchas veces se pierden las referencias y lo que cuesta un Potosí se valora como normal. En esas estamos y en esas nos movemos. Por eso, la llegada del derby en pleno apogeo navideño y en medio de una cabalgata regia, pareció a priori más frío y menos decisivo que en anteriores circunstancias a pesar de que los dos equipos llegaban en un momento clasificatorio estupendo y pelean por lo mismo.
Reconozco que en cuanto el árbitro de Los Cármenes pitó el final del partido en la madrugada del día de Santo Tomás decidí desconectar de lo lindo y dejar que las neuronas creativas descansaran lo suficiente como para volver con bríos ante el enero que se nos avecinaba. Entre la pereza y la galbana me costó bastante ponerme las pilas en los días previos. ¡Qué lejos quedan aquellos tiempos en que desde el lunes anterior se atizaban unos a otros con cruces de declaraciones que caldeaban los partidos y los ponían como una olla express!.
Recuerdo una charla privada con un jugador del Athletic hace bastantes años. Se jugaba un domingo en el viejo Atotxa y entonces no viajaban de víspera sino el mismo día del partido. Los encuentros de entonces eran apasionantes. El entrenador de turno trataba de crear un ambiente ardoroso en el mismo autobús animando a los suyos con soflamas. ¡Vamos a la guerra!, les dijo en el trayecto. Trataba sin duda de motivar y encontrar respuestas y actitud ante lo que se les avecinaba. Si la memoria no me traiciona, creo que aquel día el match acabó en tablas con un gol por bando. Pero, todos los años las dos plantillas quedaban a comer un día en un afamado restaurante eibarrés, porque la rivalidad se quedaba sobre la hierba.
Ahora coinciden en las convocatorias con las selecciones. Muchos de ellos acaban como quien dice de compartir vestuario en San Mamés con motivo del partido ante Perú y las relaciones por lo general son muy correctas y no ha movido la ceja ni pichichi. Valverde y Arrasate cuidan las formas y los parlamentos hasta la máxima potencia y lo más fuerte que se oyó de un futbolista en rueda de prensa fue “Cuchicuchi”. Menos mal que Esteban Granero nos devolvió mediada la tarde a la realidad de la pasión con un twet en el que se leía: “Corazón, coraje y emoción. Toda la calidad del mundo. Todo el mundo en Anoeta con la misma pasión”.
He escrito muchas veces que los partidos que se juegan después de un tiempo sin competición son raros porque no se relacionan con las rachas anteriores. Un derby, ante todo, impone la ley de no perder, porque el que lo hace suele quedar tocado. En la fría reflexión del análisis del partido, puede dar la sensación de que el Athletic fue mejor, dominó el centro del campo y apenas ofreció fisuras por las que sorprenderles, pero la pegada realista sigue siendo determinante y psicológica ya que los dos tantos que subieron al marcador se lograron en las postrimerías de cada tiempo.
El encuentro fue emocionante y vivió en la incertidumbre. Los entrenadores suelen calificar estos partidos como tácticos. Ambos lo prepararon a conciencia y trataron de explotar lo mejor de sus plantillas, pero es obligatorio reconocer el acierto de Arrasate cuando decidió cambiar a Elustondo por Agirretxe. El de Berriatua leyó de modo admirable lo que estaba sucediendo y optó por modificar jugadores y posiciones. El beasaindarra cumplió con creces la misión. Esa decisión cambió la dinámica del encuentro y a partir de entonces el Athletic llegó con menos claridad y peligro a los dominios de Claudio Bravo que apenas tuvo trabajo, como tampoco Iraizoz en la otra portería.
Ayer por la tarde, antes del partido, compartí un rato de charla con un representante de futbolistas y hablamos mucho de Markel Bergara. De lo que significa una trayectoria cargada de dificultades (incluso fue cedido al Vecindario), de lesiones permanentes e inoportunas que cortaban la evolución y le decepcionaban. Pasado el tiempo hoy es indiscutible. Le sientan bien los galones y el mando. Acude al rescate de quien haga falta y se muestra efectivo de modo extraordinario.
No es fácil que la gente destaque un trabajo menos brillante que el de los delanteros. Por eso, anoche cuando Anoeta coreaba ¡Markel, Markel, Markel!…supongo que sintió algo así como un escalofrío o una emoción contenida. Lo decía antes. Todos sabemos dónde estábamos y más en el caso de este centrocampista que hoy supone un cheque al portador. Me alegro mucho por él, prototipo del futbolista de casa, humilde, solidario y profesional, espejo para los jóvenes jugadores que sueñan con llegar al lugar que ha conquistado por méritos propios.
Cinco victorias consecutivas y la sensación de haber alcanzado la velocidad de crucero antes de que nos pongamos mal del hígado con tanto amarillo que nos espera en los próximos tres encuentros frente al Villarreal. Mientras todo eso sucede, hoy me va a saber el roscón de Reyes a gloria bendita, como los goles de Griezmann y Rubén Pardo que enarbolan la bandera de la juventud al poder.L