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¡Qué bueno para coger higos!

Jugaba hace muchos años el Bidasoa un partido de balonmano en Sagunto. Era marzo porque aquella noche de viernes a sábado, a las seis de la mañana, se produjo un estruendo que correspondía a una mascletá en toda regla que movió camas e hizo temblar las estructuras. Se celebraban fallas. Sinceramente, creí que estaba viviendo un terremoto. Pasado el susto, pero no el sobresalto, fue imposible volver a dormir.

Como el partido era por la tarde, a media mañana nos dimos una vuelta por un mercadillo instalado cerca del hotel, en donde los comerciantes exponían sus productos y la gente se abigarraba en torno a ellos. Había de todo. Al pasar por uno de frutas y verduras, la señora que atendía nos miró. Como los jugadores iban en chándal oficial era fácil distinguir al grupo. Por encima de todos, sobresalía la altura del pivote Juan Carlos Paredes. Al verle, aquella mujer que era bajita exclamó entre admiraciones: ¡Qué bueno para coger higos!. Como el chico era bastante serio, las risas fueron comedidas.

Recuerdo esta anécdota porque Courtois, el meta colchonero, se asemeja bastante en la estampa al balonmanista. Es un muro berroqueño. Parece que no está. Vive instalado en la calma y resuelve los momentos más complicados con inusitada eficacia. Nadie le discute y casi todos los rivales estarían encantados con disponer de él en sus filas. Por arriba coge los higos y lo que pase entre sus manos. Por abajo, llega incluso en lo imposible. Es algo así como un fielato puesto para evitar el paso. Los grandes equipos cuentan siempre con grandes guardametas, porque la eficacia y el éxito arrancan siempre desde atrás.

En principio, a la contienda no le faltaba de nada, pero el fallecimiento de Luis Aragonés añadió un punto más de emoción y sentimentalismo. El técnico era colchonero por los cuatro costados y nunca abandonó el amor por unos colores que defendió como jugador y técnico y de los que siempre hizo gala allá donde estuviera. Por eso, al cuerpo a cuerpo del partido, se unió la parafernalia de los homenajes póstumos a una persona que prefería que le llamaran “zapatones” antes que “sabio de Hortaleza”. Ocho primeros minutos de silencio y todos los posteriores de algarabía, sobre todo tras el segundo gol de locales, con el tercero pegado, que dejaron el encuentro visto para sentencia.

Los actos previos desembocaron en el juego. La Real llegaba reconfortada tras alcanzar las semifinales de copa de aquella manera, sin desgaste y ante un calendario de armas tomar que se le avecina comenzando por ayer y terminando algún lunes de esos que nos invitan a jugar cuando los niños están en la cama, las pilinguis abriendo garitos y el resto de la ciudadanía con pijama y zapatillas en el sofá de su hogar. Arrasate planteó un partido con criterio. Las filas juntas, los apoyos y las ayudas al servicio del colectivo.

Todo iba en orden hasta que los locales se adelantaron por medio de Villa que supo aprovechar un balón que le llegó tras una jugada que parte de un fallo realista. Lo mismo que el segundo. Estos partidos ante equipos con plantillas superiores y futbolistas determinantes nunca tienen prisa. Saben esperar lo que sea necesario para inclinar la balanza de su lado. La Real jugaba bien y llevaba la iniciativa tras el descanso tratando de conseguir una ocasión con la que igualar el marcador y plantear otra batalla diferente.

Pero el segundo tanto nos mató. La perdimos en las proximidades del área colchonera y la metieron en un contraataque en el que no cerramos bien. Ahí se acaba todo. Mucho más un minuto más tarde cuando en otra acción de balón parado Miranda remata como en los libros. Es entonces cuando recuerdas los partidos ante los grandes candidatos, esos en los que se abre un paréntesis, juegas, y se cierra el paréntesis, casi sin enterarte.

Esta vez no tengo esa sensación, porque al equipo se le vio en algunas fases entero y nos ofreció la buena noticia de Gaztañaga, ese futbolista que da un poso extraordinario pese a su juventud e inexperiencia en una categoría como ésta y en un encuentro tan delicado y complejo como significa enfrentarse a los madrileños. Incluso, se animó a pisar terreno contrario y chutar a puerta tratando de sorprender a Courtois de otra manera distinta que con esos centros cómodos y lloviditos que los coge con la misma facilidad que los higos.

Como volvemos a encontrarnos este miércoles con otro partido de armas tomar, se trata de recuperarse cuanto antes y del mejor modo posible para afrontar un encuentro de primer nivel ante un Barça que ha perdido el liderato. Nada más. La Real, a lo suyo. Objetivo bastante claro; conseguir el mejor resultado posible que dé vida al encuentro de vuelta. Otro tanteador, en plan rosario de goles, nos deja en la cuneta antes de tiempo. Creer o creer. Y si después del encuentro, con todos los esfuerzos sobre el césped, hay que abrir paréntesis…

NOTA: En medio de estas reflexiones, hay una que está por encima de todas las cosas. La vida nos da sorpresas inesperadas que a veces son dolorosas. Ninguna como la muerte de Urtzi, ese futbolista del Tolosa, cuya camiseta defendía cuando su corazón se detuvo al poco de iniciarse el partido de liga. Las palabras y el consuelo a veces van de la mano. Por ello, mi ánimo a su familia, a sus amigos, a sus compañeros, a la gente que le quería y al fútbol humilde de este territorio.

Iñaki de Mujika