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Sokamuturra aquí, vaquillas en Madrid

Estamos en plena cuaresma. Por tanto, recogimiento, ayuno, abstinencia y vigilia los viernes. Sin embargo, quedan flecos de los días precedentes, esos en los que el personal se disfraza y decide pasárselo bien. Sólo, con amigos o en pequeñas escaramuzas. La gente anónima no toma precauciones. No debe ocultarse ante nadie y si quiere presumir pasea por todas partes aquello con lo que ha decidido caracterizarse. En cambio, los mediáticos tratan de pasar desapercibidos. Acotan espacios y reservados, en la sana convicción de que no les jipa ni el Tato. En Barcelona, sería el Tata.

Eso pasaba hace años. Si te encontrabas con algún futbolista le saludabas, sonreías ante el cambio mutuo de imagen y a correr. No existían móviles con cámara, ni digitales, ni ninguno de esos artilugios que pueblan la sociedad y cuyos resultados inundan las redes sociales. Lo último, como sabes, fue un rubio sonriente vestido de Batman al que le pillaron con las manos en la masa, en plan recortador taurino y con los cuernos rozando la taleguilla, ese pantalón que usan los toreros para proteger “paquetolandia”. Vamos, una sokamuturra en toda regla, que en Madrid conocen como vaquillas.

Faltó tiempo para que alguien hiciera la foto, grabara el vídeo y lo pusiera a disposición del respetable. Regalito envenenado de cumpleaños para el chaval. A la vista del cariz que tomaban las cosas, al chico, al que le van a pasar factura cada vez que se despiste, no le ha quedado más remedio que reconocer los hechos, pedir perdón y soltar la panoja si es que le castigan por trasgredir el reglamento de régimen interno del club que eligió. Probablemente, nadie le avisó que fichar por una entidad de alcurnia conlleva, además de la pasta del contrato y competir en todos los frentes hasta el final,  riesgos añadidos y que cualquier dislate se multiplica por cien.

Tolosa es el centro de todas las operaciones. Ahí se juntan plantillas completas, masculinas y femeninas,  de muchos deportes y categorías. Montan un belén en toda regla. A veces alguien pasa alguna foto en circuito cerrado y ya está. Una de las que no falta nunca a la cita es Eli Pinedo, la mediática jugadora de balonmano, que escribió a propósito de estas cosas: “Lo que pasa en Tolosa, se queda en Tolosa”. Es decir, se abre paréntesis, se mete la juerga dentro, y se cierra el paréntesis.  Por eso, se sabe que hubo gente muy conocida con disfraz de Capitán América, salchicha, Ninja, Spiderman, lobo, perro, gatas… Si el chico rubio de la sonrisa iluminada hubiera elegido la villa foral y se hubiera juntado con sus “ex” a esta hora estaba más tranquilo que el Pichi, pero…

Le honra haber dicho la verdad, reconocer los hechos, aguantar la que le venga y aprender, que de eso se trata por encima de todo. Aquí de vez en cuando nos encontramos con algún desafuero que viene bien para recordar lo que se debe hacer y lo que no. Casi siempre son los mismos quienes protagonizan algún desmán que da trabajo al club por dentro, a los periodistas alrededor y a la feligresía por fuera que, de este modo, cuenta con cosas nuevas para comentar. Nada nuevo bajo el sol, aunque en honor a la verdad, la plantilla actual, comparada, con otras que les precedieron, es como un grupo de novicias recoletas. Aunque no sé si debería escribirlo, no vaya a ser que se animen a superar el propio listón e intentar cabriolas nocturnas hasta que llega la cencellada.

Ahora estamos a otra cosa, es decir, a jugar partidos y tratar de ganarlos para poner guinda rica y roja en el pastel de la liga que es lo que falta. Queda seguir fuertes en Anoeta, tratar de jugar bien y ganar, sobre todo ganar. Venga quien venga y se llame como se llame. Anoche tocaba el Rayo de la franja cruzada. Un día le pregunté a Mikel Labaka por Paco Jémez. Sentía curiosidad por el técnico visitante. Guardo la respuesta, aunque hay una cosa que sorprende. Estando en descenso, encajando más goleadas que el alevín del “Beti kontent” mantiene el tipo y el puesto. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.

El partido de Anoeta podía leerse desde dos perspectivas. Una, la que anunció el entrenador, que consistía en volver al esquema tradicional, a poner la carne en el asador, corriendo,  abriendo el campo, jugando veloces y rematando sin piedad. La otra, más relacionada con el exceso de optimismo,  nos podía llevar al desastre, si nos creíamos que andando al paso y dejando pasar los minutos llegaría el momento de apuntillar. Como el día fue bueno, la noche clara y la temperatura llevadera, se reunieron en torno a la idea de ganar y sumar puntos la cantidad de 15.344 feligreses. Muy poca gente para lo que el equipo merece. Los aficionados están hartos y lo muestran con pancartas que se podían leer desde Tegucigalpa.

Hasta allí pudieron llegar las muestras de alegría cuando al minuto de juego los realistas se adelantaban con el remate de Iñigo Martínez que hizo mejor el impecable centro de Rubén Pardo. Demasiado pronto para ponernos por delante y demasiada generosidad a la hora de pitarnos un penalty en contra. Como curiosidad, el Rayo es el conjunto de Primera que ha contado con más faltas máximas a su favor (ocho). Mientras que por estos pagos aún estamos esperando que algún valiente se atreva a señalar con su dedo el punto de los once metros. ¡Alguno nos habrán hecho, digo yo!.

Lo mejor del fútbol son las cosas inesperadas. La Real jugaba poco y sin peligro, pero cuando más les gusta a los entrenadores, es decir, al borde del descanso, los realistas se fueron contentos al vestuario gracias a la zurda de Rubén que dio un punto de tranquilidad al desconcierto. Espejismo, porque el segundo tiempo fue un despropósito que no hubo por donde cogerlo. Un minuto después de reanudarse el juego, los rayistas empataron y se fueron hacia arriba como la espuma,

Rochina, un grande en el juego de los visitantes, cogió el estoque y entró a matar para sentenciar el irreconocible partido de los locales. Quizás la alineación de partida sorprendió a muchos, me incluyo entre ellos, y la evolución del juego alimentó la masa crítica. El equipo terminó perdiendo. Fue como si la vaquilla despistada de la noche de un lunes le diera un revolcón considerable que, cuando menos, decepciona y desanima. Con partidos como el de anoche no aspiramos a nada.

 

 

 

 

 

Iñaki de Mujika