El Beaterio de Iñaki de Mujika

La maldición de los lunes con bajada de guardia

UD Almería 4 – Real Sociedad 3
Jornada 29 Liga – 24/03/2014

Alberto de la Bella comentó la pasada semana que no le gustaba nada jugar los lunes, porque cuando comenzaba el partido ya sabían todos los resultados. Le faltó añadir las razones reales. Si todos los enemigos directos ganan, tú debes hacer lo mismo como obligación. Si pierden, estás condenado a sumar los tres puntos para progresar. En una u otra circunstancia entras en esa dinámica fatalista de la ansiedad que normalmente no conduce a nada bueno.

Este lunes se orientaba más en la primera premisa. Ganó el Athletic el sábado y el Sevilla en El Sadar, en tanto que el Valencia en Mestalla al Villarreal, que parece flojear. Arrasate afirmó en la rueda de prensa del domingo que la cabeza de todos está puesta en Europa. Creo que los aficionados participan también de esa realidad porque en una encuesta de calle, realizada en Onda Vasca, buena parte de la feligresía se situaba en esos parámetros que no parecían malos para nada. Planteadas así las cosas, el partido de Almería contaba para sumar y hacer camino a la espera de mayores acontecimientos.

Por eso, el míster salió con traje de gala arriba y reforzó la medular para dar consistencia. Una alineación de postín sin especulaciones raras. Zuru y Canales, por delante de Markel y en la vanguardia las tres gracias. La primera parte fue de tendencias. El balón local, el peligro visitante, y el gol. Primer penalti a favor de la temporada y zurdazo de Vela con acierto. Esos minutos posteriores son siempre peligrosos. Nos pasó con el Rayo. Puede que nos sintamos superiores y lo veamos claro, pero el contrario te pinta la cara en un descuido. Cogió el pincel Óscar Díaz y clavó el empate en el error defensivo. Hasta el descanso, llegadas sin concreción.

La semana se planteaba complicada al disputarse tres partidos seguidos. Más aún cuando los prebostes del reparto de horarios decidieron que fueran en seis días. Esto obligaba, y obliga, a repartir esfuerzos y hacer recuentos a cada paso. Tuve la sensación de estar ante una prueba hípica de saltos en la que cada jinete agarra las bridas y le pide al caballo un esfuerzo para que supere el obstáculo. A veces lo hace limpio, a veces toca, y a veces toca y derriba con la penalización correspondiente.

La segunda parte era una incógnita. Los locales, necesitados de puntos y los realistas, también aunque por diferentes objetivos. A la Real de anoche le faltó pasión y acierto en las dos áreas. Por dos veces cobró ventaja y otras tantas las perdió. Cometió errores imperdonables y además le machacó un árbitro que metió dentro del área convirtiendo en penaltis dos faltas que se habían producido fuera. Agirretxe marcó un golazo y debió ser determinante, pero la falta de tensión y brío convirtió el partido en un desafuero con final lamentable. Ni siquiera fueron capaces de hacer bueno el empate de Markel. Guardia baja toda la noche.

El de anoche era el partido 45 de la presente temporada. Ya llevamos cinco más que todo el ejercicio pasado. ¡Y lo que queda! Así que no es de extrañar que quien más quien menos sueñe con el primer día de vacaciones. Sinceramente, cada día que pasa estoy alineado con los jugadores en este sentido. Ansío el último pitido final de la temporada para cogerme el portante e irme a una playa perdida, precisamente de la costa almeriense, en donde los lunes son al sol y no a la luna.

Es un territorio tranquilo y relajado, sin agobios, con arenales apartados en los que se cuentan con los dedos de una mano el número de bañistas. Puedes elegir, si lo prefieres, extensiones enormes en las que la gente que despliega las toallas está a una distancia más que considerable. El pasado verano, cuando me invitaron a estrenar un apartamento en una de esas urbanizaciones con pistas de pádel y piscina, optamos por aprovechar un atardecer para acudir a la cercana playa y desconectar del mundo.

La playa es textil, pero por la orilla paseaban parejas sin nada que no fuera un reloj en la muñeca y unas chanclas. Cada cual como vino al mundo, aunque la media de edad de quienes deambulaban tranquilamente superaba con creces la que pesa mi mochila. Sin tentaciones. Todavía quedan paraísos en los que parece que el mundo se detiene y el reloj no marca las horas. Sobre todo las nocturnas cuando te sientas en una terraza a picotear y la luna se refleja en el mar dándole un color plateado inigualable.

Muy diferente al entoldado y negro firmamento de esta madrugada. Cuando salía por la puerta de este diario, frío en el ambiente, con más hambre que un ciempiés, traté de digerir el encuentro.

Iñaki de Mujika