La primera vez que transmití un partido de la Real en El Molinón pernocté, como luego sucedió tantas veces, en el parador nacional que se encuentra frente al campo de fútbol. Es muy cómodo. Basta cruzar la calle y ya estás en el estadio. El hotel se sitúa en medio de un parque lleno de árboles frondosos, flores y arbustos, estanques y lagunillas, surcado por caminos y paseos con bancos que permiten a la gente hacer footing, andar, descansar y desconectar.
Suelo dormir casi siempre con la ventana abierta. Aquella noche no supuso una excepción. Abrí la misma en la oscura noche, puse el auricular en la oreja izquierda, sintonicé una emisora y caí como siempre a velocidad de vértigo. Ronca que te ronca hasta que desperté en medio de un concierto inimaginable.
Alboreando el día, el griterío se convertía por momentos en ensordecedor. Se pusieron de acuerdo todas las palmípedas. Patos y ocas, gansos y ánades, la colinegra y el ánsar careto, gorriones y malvasías cabeciblancas. Todos a la vez completaron un orfeón de “cuá, cuá, cuá”, al que se unía el croar de las mil ranas y el ladrar de algún perro, para nada afónico, que su amo había sacado a pasear para que hiciera sus caquitas. Ante ese cúmulo de sobresaltos canoros, tenías tres opciones: levantarme, cerrar la ventana y seguir durmiendo; holgazanear sobre el colchón y esperar a que se callaran, o ponerme en marcha, para bajar de los primeros al buffet y llenar los depósitos hasta las cartolas.
No recuerdo qué hice aquel día, pero sí las siguientes ocasiones en las que cerré ventanas y contraventanas, una vez aprendida la lección por experiencia.
Esa es la clave de todas las historias. Solo se aprende a base de vivir situaciones y resolverlas de modo favorable a tus intereses. Hemos vivido una semana apasionante, de esas que nos gustan. Había un objetivo claro e indiscutible, que no era otro que recuperar a Illarra para la causa. El proceso ha sido largo, costoso y complicado, intercalándose momentos en los que todo estaba resuelto con otros en los que parecía una misión imposible.
Todos los agentes de la negociación podrían contar cómo ha sido la batalla y eso nos ayudaría aún más a valorar lo complejo del fichaje. Guerra de guerrillas, cada cual defendiendo sus intereses y tirando de estrategia. Uno de los días de mil horas de reunión, harto de esperar, le envié un mensaje a una de las personas que ha estado muy cerca del proceso. Le pregunté: ¿fumata blanca?.
Era casi la una de la madrugada cuando recibí respuesta: “Puede ser, pero sin destino definido. El humo puede ir de norte a sur, de este a oeste o de proa a popa”. Dormí tan mal como aquella noche de Gijón, no por los ruidos, sino por las vueltas que le das a la cabeza pensando en lo que puede pasar y lo que deseas.
Cuando un día más tarde las cosas se enderezaron y concluyeron con el “sí, quiero” que todos conocéis, sentí una mezcla de liberación y alegría, o todo al mismo tiempo. Luego, los acontecimientos que todos habéis vivido a vuestra manera determinaron el éxito de la gestión.
Sabedores de lo mucho que ha costado (y no me refiero al dinero) el fichaje de este chico, comprendo que tanto Loren como Moyes, conocedores de los entresijos de toda la operación, destacaran, sobremanera y como se merece, la gestión del presidente Aperribay. Para ellos también suponía un respiro y una oportunidad de contar con un futbolista bueno, persona estupenda que ha querido volver a la Real, porque si no está por la labor? a esta hora vestía otra camiseta.
Con el mercado a punto de bajar la persiana, al club han venido un portero que se formó en la cantera del Barça, un defensa internacional, un centrocampista que llega del Real Madrid, un delantero resolutivo y conocedor de la liga, además de otro extremo internacional que en Portugal les volvió locos a todos cuando empezó a despuntar. Sumados a los que están, indiscutiblemente ahora es el turno de Moyes.
Debe gestionar, y no es fácil, un grupo amplio. Cada uno con sus egos y sus sueños, pero sobre todo debe hacerle jugar bien al fútbol, para que cree ocasiones, remates y goles. Esa es su principal tarea para que el esfuerzo de las contrataciones se note para bien. Dos partidos, dos empates sin tantos y un punto de decepción ante un muy bien trabajado equipo asturiano que nos atascó hasta el pitido final. La alegría no pasó por taquilla y prefirió quedarse fuera.