elbeaterio.es

Un tranvía llamado deseo

El 17 de enero de 2009 estaba en Valencia. Supongo que por las fechas en las que nos movíamos haría frío y tal vez lloviera, porque alguna vez en aquel campo cayó agua sobre un césped que nunca fue dechado de virtud. Competíamos en Segunda División y, como tantos partidos de entonces, se disputaba a las seis y media de la tarde que en esa fecha era noche cerrada.

Entre una cosa y otra acabábamos las tareas pasadas las nueve de la noche y a esa hora ni es el momento de coger el coche, ni existe avión que te traiga de modo razonable. Así que había decidido pernoctar en la ciudad del Turia. Como el desplazamiento lo hice en tren, cogí un hotel cercano a la calle Xátiva y por tanto de la estación.

Aquella jornada fue memorable, porque los puntos cayeron de nuestro lado. La primera vez. Agirretxe (siempre en todas las conquistas) y Xabi Prieto marcaron los tantos del 0-2, uno en cada tiempo. ¡Qué casualidad! No salíamos a la carrera, ni había prisa, así que más contento que unas castañuelas, cogí el tranvía en Orriols, allí donde está el estadio. La gente ya había desaparecido, así que el traslado se hace cómodo. El convoy se detiene en Alfauir y Primat Reig antes de llegar a Benimaclet. Transbordo de la línea seis a la tres, y, ya bajo tierra, hasta que bajas en la que corresponde. El trayecto fue extraordinario. Tres puntos en un campo siempre imposible y la cabeza perdida recordando momentos del partido, sin importante ni quien entra ni quien sale del vagón.

Cuando sales a la superficie encuentras el monumental coso taurino, la estación, el tráfico, la gente, los escaparates luminosos, las tascas y el arroz, porque hay arroz en cada esquina. Se anuncian las paellas con todo lujo de detalles, pero prefería otra batalla. Cruzas la calle y encuentras en Carrer de Ribera. Al poco de empezar a andar a la derecha Los toneles, uno de esos sitios que los turistas conocen y los nativos también. Una birrita, tal vez dos, y un bocadillo de calamares (los bordan) que se los quitan de las manos. Café torero y a dormir, que el madrugón del día siguiente era considerable.

Cuento estas cosas porque muchas veces es bueno recordar. Por curiosidad, busqué en los archivos el equipo titular que comenzó el partido. Han pasado seis años y mirad lo que queda de entonces: Bravo; Gerardo, Ansotegi, Labaka, Xabi Castillo; Diego Rivas, Aranburu, Marcos; Xabi Prieto, Agirretxe y Moha, más Juanma Lillo de entrenador. A lo largo del encuentro se incorporaron también Necati, Sergio Rodríguez y Dani Estrada. Es decir que los años devoran directivas, entrenadores y entornos, pero también futbolistas. De todos ellos, ayer solo jugaron dos, por cierto muy protagonistas del éxito. Cierto es que aquella temporada nos quedamos en Segunda para ascender el año después, pero sobrevivir a tanto vaivén y llegar hasta estas alturas de la película debe considerarse casi milagroso, lo mismo que convertirse en santo y seña, referencias indiscutibles para aficionados, niños, prensa y compañeros. ¿De esos, queda alguno?

Me refería al principio a una fecha concreta, porque es la única que se correspondía con un triunfo en

aquel campo a lo largo de la historia. Recuerdo de otras ocasiones algún hermoso gol de Nihat, otro de Sarpong pero solo sirvieron para maquillar el resultado. Ahora, ya podemos presumir de dos victorias, una en Primera. ¡A lo grande!, con goleada de estrépito.

Seguro que hubiera vuelto a coger el mismo transporte y desde los goles fantásticos y las actuaciones descollantes, haber leído Tranvía a La Malvarrosa de Manuel Vicent, o, usando las nuevas tecnologías descargarme aquella inolvidable película Un tranvía llamado deseo en la que Marlon Brando brillaba como las grandes estrellas. Ante el Levante no estaba el actor de Nebraska, pero sobre el césped se dieron cita unos cuantos artistas, cada uno su papel: Rulli, Markel, Illarra, Zuru, Xabi Prieto, Vela, Agirretxe que anhelaban y necesitaban la victoria. El abrazo final del capitán con Mikel González era tan significativo y expresivo como necesario.

En medio de este mundo de goles, los sueños y deseos de un chaval que tiene buena pinta se concretaron en el mejor debut imaginado para él. Moyes le dio la alternativa a Mikel Oiarzabal, cuando en la grada la banda no tocaba un pasodoble sino música de viento, pero que en el entorno realista sonaba a celestial. Y es que cuando se gana con tanta autoridad se valoran muchas cosas, aunque vayas montado en un tranvía dejando volar la imaginación y sueñes con un triunfo el próximo sábado ante el Celta que nos saque de pobres.

Iñaki de Mujika