El Beaterio de Iñaki de Mujika

En campaña

Cuando la Real concluía su partido de anoche en El Insular, fiel a la tradición de perder en el torneo, los políticos iniciaban la campaña con eso que llaman “tradicional pegada de carteles”. Los principales candidatos se reúnen en los puntos elegidos, posan ante las cámaras de turno y saludan a los seguidores que con más o menos euforia les acompañan en el acto. Como estamos en diciembre, abrigados y con bufanda, no vayan a coger un catarro con afonía que les impida dirigirse a sus correligionarios.

Los realistas, en cambio, aprovecharon el tiempo espléndido de las Canarias para pasear por la playa de Las Canteras, broncearse un poco y coger el aire necesario para afrontar un partido en el que no estaban los principales candidatos, pero sí quienes aspiran a serlo, con opciones de competir y ganar. El último referente de los dos equipos correspondía al partido de liga que les enfrentó también en aquellas tierras hace pocas semanas y que a la postre supuso la destitución del entrenador anterior tras un ridículo imposible de aguantar mucho tiempo. Ayer volvía a perder pese a adelantarse en el marcador y disponer de un penalti que, de marcarlo, hubiera cambiado el signo del match.

El fútbol siempre ofrece la posibilidad de resarcirte. Llegó el encuentro de anoche pero el equipo no ofreció su mejor versión, sobre todo en el segundo tiempo. Oportunidad de reivindicarse y de demostrar que la mano del nuevo técnico es algo más que una puesta en escena. Quique Setién y Eusebio Sacristán se conocen desde que vestían de corto y compartían objetivos defendiendo los mismos colores. La apuesta de los dos propone un juego vistoso, respetando al balón. En su particular campaña compiten con otros candidatos a los que les van otros programas. Precisamente, porque a sus predecesores las cosas les fueron mal, ellos disponen ahora de una ocasión para demostrar que puedan contar con el refrendo de sus seguidores.

La Copa libera o compromete según se mire. Por los pagos del Urumea, salvo contadas y honrosas excepciones, los últimos veinticinco años se han convertido en un sinvivir. Nos dieron para el pelo equipos que entrenaban con balón de pitorro y el sonrojo fue una constante en el devenir de las eliminatorias. Por eso, cuando llega un entrenador nuevo, que se refiere al torneo y a las opciones de hacer algo grande, aparcas el pasado y esperas algo así como un milagro.

Se trata de desbrozar el camino, aunque a veces los técnicos lo disimulen con alineaciones y convocatorias que chocan bastante con los discursos. Es como en la política. Nos esperan dos semanas de promesas y propuestas maravillosas. Asistiremos a paseos en barco, visitas a los mercados, reparto de fotos, partidos de futbolín y dominó, sin que falte un tute, charlas de diván, globos de colores, caramelos y bolis, cazuelas de barro que cocinan carne guisada o ropa vieja, y todo aquello que sea necesario para cautivar a los indecisos que son muchos.

En el torneo del KO nosotros también lo somos hasta que no se demuestre lo contrario, como hace un par de temporadas cuando nos atropellaron. Ahora se amontonan mítines y partidos. Al de ayer le seguirá el de pasado mañana. Los objetivos irrenunciables obligan a ganar todo lo que se pueda, a base de relativizar esfuerzos, hacer rotaciones y dar la cara. Todo al mismo tiempo, sin perder capacidades.

La Real las tuvo ayer. Un equipo poco habitual, pero competitivo. Si quieres demostrar que eres jugador de verdad y con ganas de ponérselo difícil al entrenador le debes convencer. No hay ni atajos, ni subterfugios. Eusebio optó por un equipo distinto, nuevo y muy de casa. Alain Oiartzun y Oyarzabal en el equipo titular constituyeron una muestra más de complicidad del entrenador con la política del club y con la capacidad de los jugadores para responder a lo que se les exige.

Eso supone riesgo y ayer los guipuzcoanos lo corrieron. Oier Olazabal sacó tres manos decisivas que dan vida para el partido de vuelta, que se jugará sobre otro césped, bajo otra temperatura y con la remontada como objetivo. La campaña txuri-urdin hasta ese día se orienta en esa dirección. Ni tan mal.

Iñaki de Mujika