El Beaterio de Iñaki de Mujika

La carta a los Magos de Oriente

Como todos los años escribí la carta a los Reyes Magos. Lo hago desde que María Lanz, aquella santa profesora de Tolosa, y su hija Izaskun se esmeraban en que aprendiéramos las letras. Las ordenábamos en las líneas de un cuaderno impoluto sobre el que escribíamos con lápiz.

Más tarde los renglones eran dos y había que situar las letras, tocando ambas líneas y sin pasarnos, ni por arriba ni por abajo. Los cuadernos de caligrafía Rubio pasaron por nuestras manos sin aceptar ni un chaplón de tinta, porque entonces ya usábamos la pluma con punto y tintero de porcelana.

No hay mejor escrito que el redactado con una estilográfica. Con una que compré hace años en una tienda de la madrileña calle Goya pergeñé la última carta con la esperanza de ver cumplidas mis peticiones, al menos parcialmente. Y a esta hora puedo deciros que el fracaso fue casi total. No sé el porqué pero en el árbol junto al mocasín marrón había un paquete con dos bufandas, que unidas a la del Olentzero suman tres en el invierno más caluroso que recuerdo. Como de años anteriores guardo en una caja ocho, ya son once las que se apilan. Lisas, de cuadros, a rayas y con muchos colores.

Luego, varias cajas más con cosas insospechadas. Un Lego para construir las maquetas de un coche y un avión. ¿A mí?, a mi edad, cuando jamás fui un dechado de virtud en los trabajos manuales. En otro paquetito, una colonia de desconsuelo, dos calzoncillos color azul oscuro, un reloj de pufo, unos tirantes y un libro del escritor italiano Davide Enia, titulado Así en la tierra. Y, por último, 40 euros correspondientes a dos décimos de lotería premiados con reintegro.

Les rogué encarecidamente que al niño del piso de arriba no le trajeran un coche de policía con bocinas y alarmas, ni nada que tenga ruedas, ni armas ruidosas para destrucción del vecindario. En efecto, me tomaron por el pito del sereno. El niño cuenta a esta hora con un fantástico coche de bomberos, que atruena el firmamento, justo al lado de un patinete con el que corre por el pasillo como Wilma Rudolph, La gacela negra.

Más tarde me referí en la carta a las cosas menos tangibles, pero quizás más sentimentales y que se refieren a los deportistas lesionados que aprecio y que atraviesan momentos de desánimo y dificultad. Sé de sobra que un jugador que no puede competir sufre un calvario. Recordé algunos nombres: Mikel Idoate, Paul de la Cuesta, Sergio Canales, Mikel Gurrutxaga, José Javier Zabaleta…

Luego, añado algo así como las peticiones del oyente en aquellos programas de discos dedicados que han desaparecido tristemente de las emisoras. Es entonces cuando solicito que a los equipos de mi alma y de mi corazón les vaya bonito y lo ganen todo. Puede que no sea una utopía, como tampoco que la Real ganase los dos siguientes partidos, el de ayer y el próximo ante el Depor.

No había sido una semana fácil para la entidad. La sentida pérdida de Tximist (gesto extraordinario de todos en el estadio) y la operación quirúrgica de Canales, junto al abanico desplegado de lesiones, mermaban el potencial y las alternativas del técnico para disponer un gran equipo con el que hacer morder el polvo a los de Neville. En la carta, subrayado con fosforito amarillo, rogaba los tres puntos para acabar la primera vuelta con 20, cogiendo aire, y mirar al futuro con esperanza.

Y llegaron envueltos en papel de celofán, transparente, enseñando todas las virtudes del equipo, desde la contención al remate. Dos goles que pudieron y debieron ser más. Titánico Carlos Martínez en la banda, en los centros y en las llegadas. Pletóricos los centrales. Espectacular jugada y remate de Jonathas en el segundo gol y satisfacción colectiva ante la realidad de un equipo que superó todas las dificultades y acabó neutralizando al oponente, a base de valores que parecen recuperarse para la buena causa y para el entrenador, parte importante en el cambio de imagen del equipo y en su rendimiento.

Si ayer las cosas no hubieran salido bien, mi próxima carta se escribiría con destino a las reinas magas, ante la pérdida de confianza. Al igual que el equipo se han ganado seguir creyendo en ellos. Eso sí, el año próximo, por favor, que no haya bufandas.

Iñaki de Mujika