El Beaterio de Iñaki de Mujika

Sobran las palabras

De un tiempo a esta parte, las comparecencias de los viernes de Eusebio Sacristán ante la prensa constituyen un ejercicio de análisis facial del técnico. En cuanto aparece por la puerta y le ves la cara, sueltas un ¡Ay, madre! Algo ha pasado seguro. De inmediato, la lectura del parte de guerra y las complicaciones que se derivan de él. ¡Sobran las palabras!

Lo siento por Iñigo Martínez. Se había ganado a pulso el unánime aplauso del público por su decisión de quedarse. Sumar para crecer. Negociación larga y valiente de todas las partes, tirando de la cuerda y calculando bien para que no se rompiera. Hay pocas cosas más hermosas en un club que el sentimiento de pertenencia. Se queda el que quiere, el que confía en sus fuerzas para reforzar un proyecto y el que se solidariza con quienes piensan y defienden lo mismo. Ante estas evidencias, solo queda rendirse por admiración. ¡Sobran las palabras, cuando se trata de amar!

Hace ahora 40 años, en el festival de Eurovisión competía defendiendo el pabellón hispano un cantante canario que atendía por Braulio. Interpretó, entonces Sobran las palabras, un baladón romanticote que concluyó en décimo sexta posición entre 18 competidores. Con el revuelo de estos últimos días en relación con la ikurriña, decidí buscar canciones del camino, porque reconozco sin rubor que he sido muy fiel al concurso desde que la tele emitía en blanco y negro, cuando cantaban Conchita Bautista, los TNT, Guardiola, Raphael y compañía.

Los años situaron en el escenario a un variopinto elenco, desde Julio Iglesias a Chikilicuatre, pasando por Trigo Limpio, Edurne, Rosa, Bett, Ramón, Azúcar Moreno, Lucía, Las Ketchup, Sergio y Estíbaliz, Betty Misiego, Mocedades, y una larga lista que no completo, entre otras cosas porque uno de los participantes tiene fama de gafe y dicen que si le nombras pasa algo?

Llegó un día Massiel, aquella joven vestida con un traje que hoy me parece horrible y que recuerda la colcha de una cama con volantitos. Pero la niña ganó y todo fue diferente. Se levantó un revuelo enorme; miles de personas acudieron a Barajas para verle salir por la escalinata del avión, lo mismo que sucedía cuando Paco Gento aparecía junto a Miguel Muñoz agarrando la Copa de Europa para satisfacción del madridismo vigente de aquella época. Ganaban siempre y sobraban las palabras.

Ahora, todo es diferente. El equipo de Chamartín no se parece en nada al de aquella época. La Real, tampoco. De entrada, manejan infinitos más recursos y sus objetivos distan mucho entre sí, aunque siempre se trate de ganar. Los dos conjuntos lo intentaban ayer desde las posiciones nini. Ni Vela, ni Iñigo, ni Agirretxe, ni Jonathas, ni Cristiano, ni Benzema, ni Kroos, ni Canales, ni Charly, ni? no sé cuántos más porque la lista, al menos del lado de acá, se hace interminable.

Ya no se trata solo de elegir un planteamiento sino decidir con quiénes desarrollarlo. En el más difícil todavía, quedaba descubrir quién iba a meter un gol, sabiendo que te faltaban tres delanteros centros. Bruma, Oyarzabal, Zurutuza formaron una vanguardia inédita cuya aportación al resultado final de salida era una incógnita. Pudo sorprender también la ausencia de Reyes en el once inicial, pero a estas alturas de la película todo es relativo. No disponer de un killer de verdad pesó demasiado, sobre todo porque Mikel se dejó los hígados corriendo y corriendo en detrimento del juego ofensivo del equipo.

Estos partidos son casi siempre muy parecidos. Cada conjunto maneja sus armas y estrategias. Si te confundes y despistas, te cazan. Los madridistas habían anunciado que las diagonales largas a la espalda del lateral y los centros cómodos podían ser decisivos. Dicho y hecho. Centro de Lucas Vázquez y remate inmisericorde de Bale que resuelve el partido para sus intereses y deja sin premio a una Real que recibió en la derrota excesivo

castigo. Faltaban diez minutos y solo una acción heroica podía nivelar el marcador.

Apareció el delantero galés para decidir. Ante la ausencia de sus compañeros de línea, se echar el equipo a la espalda y carga la mochila. Remata y decide. Compite y resuelve como una máquina engrasada. Todos los esfuerzos por detenerle resultaron inútiles. A veces, ante la evidencia de su calidad, también sobran las palabras. El chico costó 100 millones de euros. La Real jugó con dignidad aunque los últimos números le penalizan, un punto de doce disputados, con el Rayo en el horizonte en la penúltima batalla.

Iñaki de Mujika