Real Sociedad 2-2 SD Eibar |
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Jornada 25 Liga – 28/02/2017 |
jugar partidos los viernes plantea pros y contras. La primera de las posibilidades conlleva disponer al libre albedrío de sábados y domingos, cosa que se agradece porque puedes organizarte un plan. Como quiera que el fin de semana pasado lució el sol, la temperatura era agradable y disponemos de muchos sitios para disfrutar, decidí campar en Mutriku, donde se jugaba un partido de la División de Honor Regional. Fui con amigos, aparcamos cerca del campo de San Miguel y tomamos un café con patxarra antes de que comenzara el encuentro.
¡Cuánto han progresado! Aquel terreno es ahora de hierba artificial, cuenta con cuatro hermosas torres de iluminación y un coqueto marcador electrónico, además de un equipo fornido, luchador y convencido de sus posibilidades. Traté de contar los espectadores. Unos doscientos. Los más jóvenes, y alguno veterano, disfrazados como le dio a entender el baúl de las quincallas. No cobran entrada, pero venden rifas para el que quiera. Se sortea una cesta. Compré cinco euros como tantas otras veces en que tratas de ayudar a esos clubes que hacen de su existencia un milagro.
El sorteo, en el descanso. Sale el 5.282 y lo escriben en una pizarra. Compruebo las tiras amarillas con los números en negro. ¡Lo tengo! Comienza el cachondeo del entorno y siento, aunque no lo parezca, un puntito de vergüenza. Le comento a la señora que atiende el bar que soy el afortunado. Entrego la papeleta y preparan una cajita con un par de botellas de txakoli, otras tantas de vino de rioja, dos latas hermosas de bonito y un queso del país. La gente sabe quién soy, te conoce, e incluso alguno se atreve a decirte “A ver si lo cuentas en el beaterio”. Cuando oigo eso, me vengo arriba, porque nunca sabes ni quién, ni dónde, lee estas historias.
El partido concluye con empate a uno. Volvemos a la barra del bar para tomarnos una caña y un pintxo de tortilla de patatas que está estupendo y sabe a gloria, porque a esa hora anda la andorga un poco alicaída. La gente comenta cosas. Señalan la casa en la que viven los aitás de Illarra y él mismo hasta que se independizó. Lo mismo con la residencia de la familia de su pareja. Precisamente, el campo de fútbol es la distancia que les separa. Lo cuentan todo con el orgullo de la pertenencia. Cuando vas a estos sitios entrañables, la gente es cercana, afable, respetuosa, con ánimo de colaborar. Se agradece mucho. Quieren mucho al 4 porque es hijo del pueblo y presumen de ello. Lo mismo que él.
Cuando todo terminaba posé para una cámara con el premio en la mano con el campo de fútbol y las casas de alrededor como telón de fondo. Esa noche watsapeé con Illarra para congratularnos de la flor del fin de semana. La suya, en Las Palmas. La mía, en su entrañable villa. Contado y escrito queda.
De los partidos en martes siento otra cosa. Pienso distinto, porque a las siete y media de la tarde hay gente que trabaja y otra que no dispone de tiempo suficiente para llegar a Anoeta en condiciones de disfrutar de un partido que merecía una mejor entrada. La presencia de 20.335 espectadores se antoja bastante pobre para el glamour del encuentro, pero digna para el chaparrón que salpicó a los fieles seguidores.
Eusebio siguió a lo suyo, erre que erre. Juanmi, titular y el resto a la espera de acontecimientos porque al técnico le bulle una idea en la cabeza. La defiende a capa y espada. Como manda y sus opiniones prevalecen sobre tertulias y demás, el malagueño fue titular, abrió el marcador y se fue a la calle con dos amarillas.
Mendilibar, en cambio, nos sorprendió dejando de salida en el banquillo a sus principales artilleros. Ni Enrich, ni Adrián, con Rivera reforzando la dupla del medio del campo y la apuesta de Rubén Peña en el equipo inicial. Dispuesta la estrategia y concebido el plan solo quedaba esperar a Undiano, el árbitro que cuajó una actuación inconcebible en un colegiado internacional. No entendí nada de lo que decidió en un montón de jugadas. Dejó a los dos equipos con diez. Puso el listón de las amonestaciones a nivel impropio de un árbitro con experiencia.
En el reparto de errores y en el devenir del partido, la Real cobró ventaja y debió defenderla, pero otra vez encajó un gol por no saber cerrar el encuentro. Le pasó con el Villarreal y lo repitió anoche. Por falta de convicción, de concentración, el equipo se deja tres puntos en el camino. Ese gol final de Pedro León confirmaba las tablas (no creo que injustas) en el marcador de Anoeta y además la sensación de que los realistas han perdido punch en las últimas contiendas. De un partido táctico y rápido en el primer periodo, la Real pasó a un segundo más trabado, de muchos fallos en el pase, de errores no forzados. Compró pocos boletos para la rifa. O no los suficientes. Hay que ser más generoso cuando apuestas por alcanzar la mejor y más alta meta posible.