Los pobres navarros se llevaron el jueves un susto de escala. Un terremoto movió los cimientos de muchas casas, así como camas, mesas, sillas y jaulas. Oí decir a una señora que las mascotas se mostraban inquietas antes de que sucedieran los movimientos y las réplicas. Los animales, al parecer, cuentan con recursos suficientes como para enterarse antes de lo que sucede después. Nunca te acostarás sin saber una cosa más.
Hace varias décadas y mil lunas sucedió algo parecido en nuestro entorno más cercano. Más o menos a la misma hora. Se movió la cama en la que dormía por culpa de un trajín pirenaico que fue noticia en las portadas de los diarios pero poco más. No sé si me asusté mucho o nada, pero se notaba preocupación en casa por lo que pudiera suceder. Una vaga idea me hace creer que bajamos a la calle en la irunesa plaza del Ensanche, pero podría estar soñando perfectamente y hacerme una película.
No ha sido una semana desapercibida. Noto que el tiempo pasa a velocidad de vértigo y que aquellos chicos que un día debutaron se retiran con las tareas hechas y el deber cumplido. El martes compartí una hora de radio con Xabi Prieto, la persona que defiende el brazalete, el escudo y la pertenencia a la Real. Se emocionó unas cuantas veces recordando pasajes del recorrido vital. Le valoro por su calidad humana y por la exquisita galanura de su juego. Deshoja la margarita del futuro, sin saber a esta hora qué pétalo quedará en su mano. No es fácil decidir porque las verdades absolutas en esto no existen y las razones poderosas del sí, son las mismas que las del no. Y en esas anda.
Casi al mismo tiempo Xabi Alonso hizo público lo que llevaba tiempo decidido. ¿Para qué más? Basta seguir las cuentas de Twitter de sus amigos, colegas, rivales y compañeros para entender la magnitud de su persona y la grandeza de lo conseguido. Me gustó lo que escribió Granero. También, Fernando Torres. Como una catarata afloraron miles de frases e ideas que salen del corazón y se relacionan con la admiración y el agradecimiento de personas conocidas o anónimas. Recuerdo el día en que recibí la llamada de Paco Ayestarán, segundo entrenador del Liverpool, preguntándome por él. “Qué te voy a decir, si de fútbol sabes mucho más que yo”, respondí. Contestó el técnico “No quiero que me hables del jugador sino de la persona”. Mil preguntas y novecientas noventa y nueve respuestas.
Colgar el teléfono con Inglaterra y llamarle fue todo uno. “Quiero que sepas que me ha pasado esto y he dicho esto, esto y esto, pero soy una tumba”. Xabi, confiando, se atrevió a contarme el estado de las cosas y esperé a que todo sucediera. Lo demás ya lo sabéis. A veces no somos capaces de valorar lo que nos pasa, porque la velocidad del terremoto de cada día nos impide detener el tiempo y pararnos a contemplar el paisaje con figuras, las personas que te encuentras en el camino, te enriquecen y dan sentido a la vida.
Esto me parece mucho más apasionante que un derbi. Sinceramente, cada día me parecen tediosos y aburridos. Más allá de la vieja rivalidad y de los deseos irrenunciables de derrotar al contrario, estos partidos se han descafeinado, han perdido la sal y el aliciente. En otro tiempo la autopista era un peregrinar de colores y seguidores en ambas direcciones, los encuentros se convertían en un escenario coral y la tensión se respiraba por los cuatro costados y se movía todo a modo de terremoto. Antes se disputaban con coraza y ahora con sotana. Hoy, jugándose a las doce del mediodía y lloviendo a mares, el encuentro de la máxima parece más una novena a Santa Gema Galgani que un partido con el cuchillo entre los dientes.
Al menos en lo que se refiere a la Real. Necesita con urgencia un “Plan B” que le permita jugar diferente y dar respuesta al juego rival, que te aprieta desde la defensa, te busca las cosquillas e impide desarrollar el habitual juego. Cada día nos conocen más, nos estudian y nos agobian. La táctica del Athletic, en esto, fue ejemplar. Supo cómo, cuándo y dónde complicar las cosas al equipo realista al que sometió por aciertos propios y errores ajenos. Los de Valverde ocasionaron un terremoto en toda regla en las filas guipuzcoanas y, por extensión, en sus seguidores. Podría discutirse la anulación del gol de Navas que en otros campos hubiera sido válido, pero no es suficiente para discutir el triunfo visitante. La Real sólo ganó en los saques de esquina.
Una pena porque se desperdicia una oportunidad formidable de poner tierra de por medio y aseverar una posición envidiable. Sólo ha sido capaz de ganar un partido en casa en toda la segunda vuelta, pero como los números lejos de Anoeta son formidables, nos aferraremos a ellos para seguir creyendo y confiando. La cita en Mendizorroza, por complicada, se antoja como una oportunidad de recuperar el ánimo perdido.