Os aseguro que si a la misma hora de ayer, en lugar del Vardar-Real Sociedad, el equipo de balonmano del mismo club jugara el partido de Champions del pasado domingo contra el Barça, hubiese dudado a qué instalación dirigirme. No se ve todos los días al campeón de Europa, un equipo con bastante acento hispano. Desde el entrenador Raúl González hasta Joan Cañellas, Sterbik, Maqueda, David Davis y junto a ellos Cupic, Cindric o Borozan. Jugadorazos imponentes para un equipo que enarbola una bandera: la rebelión de los humildes.
En un deporte que cuenta con equipos monumentales como el PSG, Kiel, Veszprem, Kielce, Nantes, Flensburg, los propios catalanes que un conjunto como el Vardar acceda a la fase final y la gane pone de manifiesto que el trabajo bien hecho, la gestión de los recursos, el acierto en la contratación y la fortaleza de la entidad, sin fisuras, puede llevarte a lo más alto del Olimpo.
Vardar es un club que hizo una apuesta formal por el balonmano y quiere seguir con el fútbol. No conocen límites en el crecimiento. Se esfuerzan por mejorar y progresan. Leído así, sólo cabe reconocer el mérito y aplaudir. No conviene olvidar que hablamos de un país joven, que se independizó hace poco más de 25 años y que sumados todos los habitantes alcanzar dos millones, de los que un tercio viven en la capital, Skopje.
Cuando el sorteo nos puso a los macedonios en el horizonte sentí curiosidad. Busqué en Internet los detalles de la ciudad, los entresijos del club y la composición de la plantilla, nombre a nombre. No conocía a ninguno ni por aproximación. Supongo que eso le sucedió a la mayoría. Cuando encuentras en el camino este tipo de equipos, puedes elegir entre venirte arriba y decir “chupao” o tantearte la ropa y esperar a verles realmente cómo son y cómo se comportan sobre el césped. No tardamos mucho en decantarnos por la primera posibilidad.
Supongo que con el recuerdo de Krasnodar muy en el horizonte, la Real de hoy sabe que no puede, ni debe, cometer errores. Saltó al campo informada y convencida. Tuvo el balón, el dominio, la posesión, los goles y el partido de cara antes del cuarto de hora. Después creó ocasiones como confetis y encontró en el percutor de Willian José un póquer de tantos. Se llevó dos balones de recuerdo. Los necesitaba el brasileño, que aún dispuso de claras oportunidades para meter un carro. Lo mismo que el resto de compañeros que se sumaron a la fiesta. Hasta Alberto de la Bella cerró la cuenta que abrió Oyarzabal. En medio de todos ellos, Xabi Prieto, algo así como La violetera, la que vendía flores en su cesto. Paseando por aquí y por allá, con arte y donosura de estrella. Estos partidos le sientan al capitán como el beso apasionado de los novios. Marcar seis goles fuera de casa no está al alcance de todos, por mucha diferencia de capacidades y recursos de unos y otros.
El equipo volvió a dejar la portería a cero. Mantuvo las constantes vitales del ataque. Gorosabel y Zubeldia jugaron los noventa minutos y formaron parte del elenco. Todo esto ante la mirada de los seguidores de ambos equipos. Cada uno a lo suyo, celebrando una fiesta a su manera. Radiantes los realistas por la actuación de los suyos, mientras que los de Vardar valoran sobre manera disputar esta competición por primera vez en su historia. Les basta y, como decía al principio, ya cuentan con el balonmano como deporte y equipo del que sentirse muy orgullosos.
No hay ciudad con más estatuas que Skopje. La de Alejandro Magno preside la plaza de Macedonia, sobre brioso corcel y blandiendo la espada. La Real fue un poco así, fortaleza y poderío. Todo al mismo tiempo. Junto a la humildad y la constancia, virtudes que atesoraba Teresa de Calcuta, nacida allí, cuya casa se puede visitar, al igual que el puente de piedra, o el museo arqueológico, o las baratas cervecerías con precio de antes de alguna guerra (0,80). El fútbol permite conocer otras culturas y realidades. Puedes igualmente presumir de lo tuyo y hoy por hoy la Real es un club con un equipo que está en Europa por méritos propios y quiere prolongar su presencia el mayor tiempo posible. Está en el camino. El que marca la brújula que señala el norte.