Sucede que hay partidos que marcan y dejan peor sabor de boca que otros. Influyen el resultado, el rival, la trascendencia y el modo en que suceden los hechos. El encuentro de Getafe seguía aporreando mis sienes como si no hubiera horizonte. Al terminar la cita del Coliseum y concluir el artículo que convertí en sarpullido, elegí un zurito y unas puntillitas para hacer de tripas corazón.
Llegué a casa a comer sobre las cuatro menos cuarto. Casi sin ganas. Cuando acabé ya estaban jugando el Girona y el Real Madrid. Perdiendo, los locales remontaron con un tesón y una confianza envidiables. Seguido llegó el Eibar. Los armeros perdían de dos, pero encontraron en el empate final el premio a la perseverancia. ¿Qué decir de Jokin Altuna, ese pelotari de sangre y fuego? Se vino arriba cuando todo pintaba negro. Rematé el domingo con el Málaga. No había ganado ningún encuentro y lo fue a hacer frente al Celta. Marcó el gol decisivo a punto de terminar la contienda.
Es decir que desde el domingo a las doce hasta casi las once de la noche asistí al espectáculo de la fortaleza de los convencidos. Uno tras otro, los encuentros cambiaban el tono y el color para romper con los conformismos y quietudes y congraciarse con la rebeldía de los jugadores no dispuestos a quedarse sin botín. La tarde se tiñó de preguntas. ¿Por qué no seremos nosotros así? Me fui a la cama con la interrogante, con el insomnio del cambio de hora y con un quintal de mala leche, desvelo y desasosiego.
Cuatro días después del desencuentro con el éxito llegaba el Vardar, algo así como la teórica buena aspirina para el dolor de cabeza. El encuentro de ida y la sensación de que eran inferiores se presentaba como una oportunidad para recomponerse, coger aire, recuperar el tono perdido y seguir haciendo camino con las bisagras engrasadas. Cuando el equipo chirría, se descalabra. El hecho de recuperar futbolistas para la zona de más participación y decisión aireaba un poco el olor a chamusquina de la última actuación.
Imaginé un partido parecido al de la ida (pero no tan malo), es decir, abrir pronto el marcador, serenarse, gestionar la diferencia y los esfuerzos de los futbolistas. Se trata de nadar y guardar la ropa de los principales. El domingo, es decir en un par de días, afrontan otro partido de armas tomar, donde habrá que redoblar esfuerzos si lo quieres ganar. El Eibar, como siempre y aunque le falten jugadores importantes y de cuajo, vendrá a por todas. Y habrá que poner la carne y los huevos en el asador.
Sucede también que es difícil motivarse cuando el rival da pocas señales de vida (por no decir ninguna) y aprieta poco. Los macedonios se instalaron en su medio terreno, esperaron lo que hizo falta y mantuvieron el orden que les sirvió para encajar la mitad de los goles que en el primer enfrentamiento entre ambos.
La Real no aceleró nada. Mantuvo la posesión (80%) y esperó su momento. Tardó treinta y dos minutos en sacar un córner, pero luego se hinchó a lanzar desde la esquina y a rematar casi todo. El primer acierto correspondió a Juanmi. Con los dos pies en el suelo dio fuerza a un balón que abrió el tanteo. De la Bella volvió a firmar un zurdazo de ensueño en el segundo y Jon Bautista se llevó un alegrón en el tercero. Casi sin despeinarse los realistas sumaron tres nuevos puntos en esta competición y les falta rematar su clasificación en los dos próximos partidos que llegarán antes que los turrones.
Misión cumplida, pero después de noventa minutos de una jaqueca inmisericorde. Entre el viento sur y el muermo de partido andaban las cabezas medio atolondradas. Nos hubiera venido bien un surtidito de aspirinas porque el encuentro no transmitió una sola emoción. Lo más destacado estuvo en los aspersores que regaron el césped y en los cánticos de los seguidores de ambos equipos. Orfeón coral txuri-urdin e incansable aliento de los hinchas macedonios que siguen en la grada entonando canciones mientras escribo este beaterio entre el hambre y el aburrimiento. Mañana será otro día.
P.D. La entidad realista hace muchas cosas bien, pero la gestión del banquillo del equipo femenino en los últimos meses es, con perdón, para mear y no echar gota. Saludos.