Así, como quien no quiere la cosa, la Real cerró el martes por la noche la operación por la que incorporaba un tercer guardameta a la plantilla. Un portero para tratar de frenar el desenfreno y calmar el alborotado patio de vecindad. Gustará más o menos la decisión, pero a la vista de las circunstancias debe entenderse como una respuesta de urgencia a la situación planteada. Las dos manos que sacó en la primera parte y el aplomo a lo largo del encuentro otorgó la necesaria tranquilidad.
Las nevadas del miércoles impidieron que Moyá se incorporara a la vida habitual del equipo, conociera a compañeros y técnicos, volviera a hacer la maleta y viajara en la expedición oficial camino de Sevilla. Le tocó moverse en tren desde Madrid y fue en la orillita del Guadalquivir cuando se produjo el encuentro y unas pequeñas manifestaciones en las que reconoció que esta situación se pudo plantear el pasado verano, porque disponía de una opción para fichar por la Real.
Por lo tanto, parece claro que en esa posición se sigue jugando al tute, repartiendo baraja para tratar de cerrar la partida cantando las cuarenta. Por ahora, no pasamos del veinte en bastos. Da la sensación que nos espera un verano con trajín. Moyá debutó ayer sin saber el nombre de todos sus compañeros, porque no le ha dado tiempo a aprendérselos. Tampoco mucho las características del sistema, las líneas maestras del modo de comportarse sobre la cancha y todas esas cosas que un futbolista debe saber antes de tirarse al agua. Sin embargo, la experiencia, las tablas y el recorrido como cancerbero le ayudan a alcanzar cuanto antes el obligado nivel de conocimiento. Humano y deportivo. Con ese puntito de nerviosismo saltó a la cancha vestido de negro. Llegar y besar el santo. El último precedente entre los dos equipos se remite al empate a cuatro del partido de la primera vuelta, donde aquello fue una especie de locura colectiva, un partido de tenis o un combate de boxeo, porque el intercambio de golpes fue colosal. Allí pasamos del crochet al uppercut con una facilidad pasmosa. Si tú me atizas un swing, te contesto con un jab. Terminamos en tablas, sin ganador de la pelea. Ocho goles que son hermosos para el espectador, pero que no gustan ni a los técnicos, ni a los porteros. Por eso, Quique Setién y Eusebio guardaron ayer mejor la viña, hasta el punto de convertir la contienda en un partido de igualdad, cuyo empate final sin goles no se considera injusto.
La Real no empataba sin goles fuera de casa desde la cita en San Mamés. Moyá estaba acostumbrado en Madrid a defender con bastiones que no abandonan la zona de contención ni en época de rebajas y, si se animan a rematar un balón parado, les cubren las espaldas los centrocampistas de turno. Los colchoneros reciben pocos remates y cuando lo hacen surgen suficientes dificultades como para que las cosas no vayan a mayores. Los rojiblancos han encajado en lo que va de campeonato once goles, mientras que a la Real le enchufan caracoles hasta las madres carmelitas rezando maitines. Es lo que hay.
Por eso, cuando fichas a un portero de estas características quieres que se ate bien el zagalejo y se arme de paciencia y valor para darle consistencia al entramado. Cuando hice la mili y me licencié, recibí una cartilla, “la blanca”, en la que se hablaba de valor. En ese apartado se escribía un “se le supone”. Aquí es lo mismo, se supone que este chico mandará desde atrás, pondrá a todos en fila, les atará en corto y gestionará mejor el desaguisado que supone llevar en el talego 47 goles encajados.
Los locales cerraron el pasillo de Odriozola con dos laterales para que las correrías del donostiarra no crearan estragos en el entramado verdiblanco que, de salida, sentó a posibles titulares como Joaquín, Rubén Castro o Loren. Exponerse menos y esperar el desarrollo del encuentro para decidir sobre la marcha. En la Real, nueva dupla de centrales, con el debut en liga de Héctor Moreno y del guardameta. Sumada la actuación coral, las sensaciones son mejores que en los partidos precedentes. Salvo un contraataque del capitán bético muy al final, la sensación fue que la Real estaba más cerca del gol que su oponente. Una pena que tantos saques de esquina no se aprovechen para romper la equidad del tanteo y que en las jugadas como la de Zurutuza en el primer tiempo, nos falte el puntillero que determine y ponga el tanteo en franquía. El equipo lo puso todo sobre el terreno y nada hay que reprocharle. Posiblemente, viendo el devenir del encuentro, a los realistas el punto les sepa a poco, aunque dejar la puerta a cero por primera vez lejos de casa en lo que llevamos de vuelta es una buena noticia. Como decía, llegar y besar el santo. Faltó que alguien agarrara la peana.