No sé si por necesidad del guion en forma de lesiones o por convicción, lo cierto es que la alineación de ayer era inédita. Ausentes Navas, Llorente, Elustondo y, a lo visto, Zaldua, rondaba la pirrilera. Si alguien te dice que la zaga va a estar integrada por Gorosabel, Le Normand, Héctor y Theo, seguro que comentas algo y le miras con cara de extrañeza. Ni Zaldua, ni Januzaj pudieron terminar el partido con el Celta. No deben estar del todo recuperados. Y como quiera que la vuelta de la Copa está en la siguiente esquina, riesgos los justos. Esa fue la decisión del entrenador, quizás porque no le quedaba otra a la vista del estado de unos cuantos de sus futbolistas. Otros técnicos, en plan segurola, hubieran retrasado a Zubeldia al eje de la zaga, metido otro centrocampista en la medular y no jugársela con un debutante en una cancha donde habita un equipo europeo. Por eso, el valor de decidir el estreno de Robin Le Normand constituye una prueba de confianza en el futbolista, que cumplió y no defraudó por cierto, y la demostración de que la cantera sigue siendo el espejo en el que deben mirarse.
Ignoro si Garitano juega al mus, pero seguro que se atreve a pegar órdagos con un rey. Valentía le llamo a eso. Silencioso en la mesa, callado y convencido, hace creer a los rivales que va cargado de cartas y nadie se atreve a aceptarle la apuesta. Cuando enseña el naipe y se comprueba que iba de farol, cada cual puede sacar sus conclusiones pero ya ha sumado lo que buscaba. El plan en el Villamarín se asemejaba un poco a eso. No dio la menor pista al oponente para que no preparara una estrategia en la posible zona de conflicto que era el flanco derecho de la zaga. El Betis marcó un gol que enfada. Doblemente, porque terminó por decidir el partido. No pueden rematarnos en el segundo palo, a merced y controlando el balón en solitario. Luego debió llegar el empate e incluso un revolcón porque ocasiones hubo para darle la vuelta al calcetín y al marcador. Exceso de individualismo en unas ocasiones, ansiedades, desacierto en otras, paradones de Pau López Lo cierto es que lo que vale son los goles y los sevillanos se fueron al descanso con ventaja y supieron mantenerla hasta el pitido final. Por cierto, antes de que se me olvide, el debutante árbitro balear que nos tocó en suerte me pareció bastante flojo, tolerante donde no debía. No me gustó.
Sevilla nunca fue una ciudad favorable para los intereses realistas. En los dos campos cuesta ganar. Tampoco los empates abundan en el historial. Y tantas veces hemos salido con las orejas gachas que sucumbir ante el equipo de Quique Setién era una probabilidad. Estaba preparado para que eso sucediera, pero visto el partido fastidia bastante, porque de ningún modo el Betis fue superior. Es más, por ocasiones desperdiciadas, los puntos deberían haber viajado en el avión de vuelta. Una pena, porque al equipo no se le puede negar que lo intentó hasta el final. Por dentro y por fuera, pero falló en la definición. Lucía el sol como tantas otras veces. Día de elecciones y la parafernalia habitual en Heliópolis: el himno, los cánticos, los aplausos a Joaquín, el olor a churros, el verde y el blanco. El gris lo pusimos nosotros. Estoy seguro de que, de estar allí, al terminar, hubiera acudido al barrio de Santa Cruz. Para celebrarlo en caso de victoria, para matar las penas en caso de sucumbir como ayer. El caso es ir. Patear las calles, mirar a las gentes que van en calesa, tomarte unas birritas con jamón, tortillitas de camarones, gambas y chopitos. ¡Ay qué hambre!
En esta ocasión añadiría la visita obligada a La Campana, una confitería de monumento. Cercanas las fiestas navideñas, saldría cargado de cortadillos de cidra, de alfajores y tortitas de Morón, de mazapanes, roscos de vino y besos de almendra Y porque los Reyes quedan lejos que, si no, caía un roscón, relleno de trufa, del tamaño de La Maestranza. Por la misma razón, una vueltita por la calle Sagasta, casi esquina Sierpes, donde se anuncian millones en una administración. ¡Qué empeño tenemos en encargar décimos a quienes van de viaje a cualquier punto de la geografía. Y que acabe en siete! De hecho, estoy convencido de que los realistas compraron lotería como todos los años a la misma hora. En Sevilla en todos los bares venden papeletas de las cofradías que procesionan en Semana Santa. Hay más tacos que jarras de cerveza. No caben en las estanterías y, por curiosidad, merece la pena hacer una foto.
Toque donde toque. Solíamos jugar, todos, el mismo número. Por si acaso. Casi nunca nada. Algún reintegro venido a menos y el resto de las veces ni castaña. Como ayer, que hicimos cola en la ventanilla convencidos de que allí estaba el número bueno. Alguien llegó antes que nosotros y se lo llevó. El valor de las decisiones. Nos quedamos con las ganas de celebrarlo. Un chico que atiende por Junior nos aguó el mediodía y nos cegó. Jugar con luz natural nos sienta fatal. Tres partidos, tres derrotas. Tebas, porfa, ponnos de noche.