A lo mejor, al presidente de la Real Sociedad no le gusta que hoy escriba sobre David Zurutuza. Lo siento, pero voy a escribir. Y estoy casi seguro que tampoco le hará ninguna gracia al futbolista. Lo siento, pero voy a escribir. Probablemente, venga bien porque si me refiero al encuentro de Getafe posiblemente me enerve. ¡Qué horror! El 17 ayer no piso el césped, porque seguro que no está bien ni en condiciones de jugar. Resulta que ahora se instala un runrún sobre la continuidad del jugador. Nos recomiendan silencio respecto de la renovación del contrato que expira. Este chico hoy es titular, incluso escayolado. A partir del 1 de enero podrá hacer lo que le venga en gana y elegir su futuro y el de los suyos. La pelota de la decisión, a lo visto, está en su tejado. Como se vaya o no siga…
Es un individuo diferente, ajeno a los arquetipos y a los moldes estereotipados. Lo suyo no es posar, aunque le guste la pintura y dibuje como los ángeles. No oculta lo que siente y piensa, porque lo comparte con quien quiere escucharle. Su compromiso con el club es indiscutible y su personalidad le convierte en un jugador referente, dentro y fuera de los terrenos de juego. Hemos compartido juntos buena parte de nuestras travesías profesionales. Le valoro por lo que es. Quizás el último mohicano de una generación que se comió un marrón monumental, sin decir una palabra más alta que la otra.
Ayer le hubiera gustado competir contra uno de sus íntimos amigos, pero Markel Bergara atraviesa una racha de indudable mala suerte y pasa tanto por el quirófano como por la cocina de su casa. Le he leído y escuchado esta semana varias entrevistas. Un señor, como siempre. El dúo se convierte en trío si hablamos de Carlos Martínez, otro individuo que se pone antes los pantalones que la gorra. Vive ahora en Oviedo, ciudad a la que peregrina buena parte de la plantilla cada vez que se detiene la competición. Le van a ver en cuanto pueden. Como Imanol Agirretxe dijo hasta aquí, porque se hartó de esperar a su pie, a los músculos y a su rodilla, y Xabi Prieto le pidió al conductor del autobús que se detuviera en la parada elegida y merecida, nos quedamos en un santiamén sin una generación ejemplar.
A ella podría añadir unos cuantos jugadores más a los que aprecio. Sin duda. Me respetaron siempre y les valoro por lo mucho que han dado. De todo ese bouquet de jugadores laudables e involucrados, nos queda (no sé por cuanto tiempo) David Zurutuza. No recuerdo un futbolista más querido por la grada. El “Zuru, Zuru” suena como el “que vienen, que vienen”. Un tambor de guerra, una caballería que galopa haciendo retumbar la tierra. Supongo que existen conversaciones entre las partes para que mi pelirrojo favorito acabe la carrera aquí, donde está, en su casa. Este club no puede perder, de buenas a primeras, el último eslabón de la cadena, el último capitán de la generación veterana, aquella sin perros, ni gatos, sin tatuajes, ni gominas, que consiguió ganarme para su causa. A mí y a muchos de vosotros.
Ahora que estoy más retirado que la Piquer con gripe, me atrevo a escribir lo que siento y a compartirlo en público, sin vergüenza. Nos equivocamos y nos perdemos en análisis ajenos a la filantropía. Nos olvidamos de lo fundamental: la persona. Mucho ordenador, mucho sabio, mucho pliegue de grasa, mucho… Nos faltan jugadores emblemáticos. Los hubo siempre, incluso cuando descendimos y vivimos tres años en Segunda. ¡Qué pronto nos olvidamos! Ahora nos preocupan el ritmo del himno, la publicidad en la camiseta, Instagram, Twitter, Facebook, cuando hacen la compra y pasean. ¡Alma mía, qué cruz!
Por eso me encandila el chico de Rochefort (no confundir con el Roquefort de los quesos). Recuerdo su primer tanto, el gol de Soria, en aquel 1-3 frente al Numancia, y las entrevistas después del partido con aquella cara de monaguillo pillo. Sigue igual, con más años. Se nota cuando está y cuando falta, porque es distinto. Viendo el partido por la televisión le buscaba sin encontrarle. Lo mismo que sus compañeros. Griposas las ideas, solo apareció con cuentagotas el buen juego. Cuando el narrador anunció, en tiempo de prolongación, que quedaban tres minutos más de juego le insulté porque juego, lo que se dice juego… El Getafe nos ganó con sus armas. Se encontró con un golito, nada más comenzar, regalo de la casa. Luego se defendió, nos aburrió, se hizo pestoso pero se llevó los tres puntos. Sin ellos, enlazamos tres derrotas consecutivas que darán juego a las preguntas y respuestas. Caímos en fuera de juego no sé cuántas veces. Fallamos pases más que el infantil del Beti Galdu, ante la atenta mirada de un colegiado que se apellida como un famoso humorista pero que no me hace la menor gracia. A tono con un partido que los franceses tildarían de épouvantable y que califico de insufrible por no hacer leña del árbol caído.
No sé qué pasa, pero no hay más que lesionados, gente convocada que no está ni para estornudos. Necesitamos que se recuperen, que lo den todo para que este equipo ofrezca una versión mejor y no tan dudosa. La necesitamos cada vez más, porque tres partidos de liga marcando un gol y sin sumar un punto… ¡Zuru, vuelve pronto! Necesitamos alma, corazón y vida, como rezaba la canción de Los Panchos.