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Me da pena el Sanse

Cuando el filial se fue a Extremadura, tierra de conquistadores, a intentar el ascenso a Segunda División cargó en el autobús el baúl de las ilusiones. Conozco a unos cuantos futbolistas de aquel momento. Unos han seguido en el equipo; otros defienden distinta camiseta a día de hoy. Todos celebraron el premio gordo que no les cayó del cielo, sino del buen juego, de la menor presión que sus rivales y de la calidad que atesoran. Vi todos los encuentros de aquella fase, del mismo modo que no me he perdido uno solo de los que han disputado hasta ahora en la categoría de plata. Fue este fin de semana, después de perder con el Huesca, cuando decidí dedicarles este beaterio.

Los chavales seguro que están encantados de disponer de oportunidades con el primer equipo, de demostrar su valía en la máxima categoría, de cautivar a Imanol para que les lleve de Eindhoven a Granada sin pasar por Algemesí. Estos jugadores no se arrugan. Ayer dos titulares (Turrientes y Lobete) y sobre la marcha dos más (Romero y Valera). Se adaptan a las exigencias como si vivieran con ellas toda la vida y responden con nota destacada a lo que demandan la categoría y los rivales. Y además ayudan a que los resultados del primer plantel sean buenos. Contado así, la Arcadia feliz. El problema es que se desmantela el segundo equipo y que Xabi Alonso se debe adaptar a esa realidad y a conseguir que los jugadores que le llegan desde la unidad C y los más inexpertos de su plantilla den la cara como si no sucediera nada. ¡Paciencia!

Sé de sobra que los clubes de cualquier deporte presumen del primer equipo y que los resultados que consiga marcan el paso. La victoria ante el Elche encumbra. Es obvio que, si las cosas van bien se instala calma, se anima el jolgorio, aumenta el número de socios y partisanos, se consiguen patrocinadores, etc. Y sé de sobra, también, que si el Sanse ocupara puestos del play-off y la Real coqueteara con la zona de descenso, el capacico de las leches (por no decir hostias) se desbordaba. Pero, me apetece mucho que las cosas recuperen su normalidad y que el número de lesionados disminuya por la salud del territorio. Me apetece mucho que el Sanse disponga de su gente y que recupere la efectividad y el buen son de su fútbol. Se le están escapando puntos en los últimos minutos de los partidos. Los rivales son más expertos, disponen de más músculo y terminan por aguar la fiesta del filial. Muchas veces en los duelos se enfrentan jugadores con los juanetes afilados frente a quienes no les han salido aún los pelos en la pantorrilla. ¡Es lo que hay!

Esa frase no es mía. La acuñó Gerard Piqué cuando valoró la situación de su equipo y las opciones reales de competir con las que cuentan. Le tengo por inteligente, irónico y valiente, pero he sentido un punto de decepción esta semana cuando se quejó de horarios y calendarios. ¡Nuestra Señora de la Merced! El resto de humanos venimos aguantando un despiporre de decisiones al respecto, pasando por encima de los protagonistas y aficionados. Sin ir más lejos, como es un mal que se expande, un partidazo de balonmano (Bidasoa-Barça) se debió disputar el sábado a las tres de la tarde. ¿Quién coño va a comprar una entrada a esa hora? La taquilla local se resintió, pese a la buena asistencia de público. ¿Quién les resarce de las pérdidas? Cuando se decide que un partido de Primera se dispute a las dos de la tarde, ¿alguien piensa en los demás? ¿Alguien se preocupa por la salud de los deportistas? ¡No, rotundo! A esa hora se disputaba ayer el Mallorca-Osasuna. Si en lugar de los navarros, juegan otros, ni enciendo el televisor. Como aprecio a Arrasate, Alkiza y compañía, conecté con el canal correspondiente. Lucía el sol en Son Moix, o como se llame ahora el campo. Claudiqué. Me perdí el tercer tanto navarro mientras se escuchaban mis ronquidos tres pisos más arriba del sofá en el que no perdoné la reparadora siesta. Para cuando quise darme cuenta, superadas las contracturas y realizados los estiramientos, llegaba la hora del partido con el Elche. Es éste un conjunto que cuenta con un buen entrenador, que dificulta mucho las cosas y que exige buen fútbol, paciencia y concentración.

No hubo más que esperar al primer tiempo en el que dispusieron de tres ocasiones para adelantarse. La Real dominaba pero le costaba mucho poner en peligro la meta de Casilla y las sensaciones, sin ser malas, eran de cierto miedo a que se pusieran por delante. No hubo cambios en el descanso. Imanol siguió confiando en los once elegidos, pero el equipo apretó más el acelerador. Entonces sí, entonces el balón merodeaba el área y la portería ilicitana. Llegaron los cambios sin que las ganas de ganar menguaran un milímetro. Cuando el reloj avanza y las cosas no terminan de definirse, asoma la intranquilidad y el desasosiego. Las ambulancias se pusieron en marcha justo en el momento en que Piatti suelta un disparo que Álex Remiro ataja en la parada de la tarde antes de tocar la madera del travesaño. Por el momento en que se produjo creo obligatorio destacar la acción, lo mismo que la realidad que supone otro match sin encajar un gol y con la portería inmaculada.

Tan destacable como el gol decisivo de Mikel Oyarzabal. Con la maldición del nueve a cuestas, con diez lesionados, con todo patas arriba, apareció Zubeldia. Hizo camino y decidió lanzar el balón a la zona de conflicto. Oyarzabal estaba como el jamón en el sándwich. Entre dos. El más cercano a él se desnorta, se desorienta, pierde la periferia. En un santiamén, el capitán se queda solo con el balón en los pies, quiebra y gambetea, antes de empujarlo al fondo de la red. Estaba en casa, viendo el partido con el sonido ambiente. Si disponéis de la opción, tratad de escuchar la reacción del público. Un clamor que sale desde lo más profundo. Espectacular. Luego, ya sabéis. El reloj, los cambios, los nervios, la tensión y las ganas locas de que se acabe. Como el final es feliz, suman tres puntos y se sitúan en un puesto de privilegio en la clasificación. Victoria con protagonismo de cuatro jugadores del filial. Me sigo acordando de ellos… Mientras tanto, nos preparamos para jugar contra el Mónaco al que conocemos de pretemporada. Aquel partido se parecerá al del jueves como un higo a un melón.

Iñaki de Mujika