Hace unas semanas solicitaba, también desde aquí, una camiseta. Era a Mikel Oyarzabal después de uno de esos partidos en los que el personal, si lo usara, debería quitarse el sombrero y rendirse al virtuosismo. Como no he recibido respuesta, lo intento con otra debilidad. No es que pierda la esperanza y abandone al “10”, pero pruebo con el “8” que ha vuelto a demostrar su clase dentro y fuera del terreno de juego. Cuando después del match del Metropolitano debió salir a la palestra para manifestarse sobre la jugada de marras, aquella en la que hemos sentido que nos tangaron. Se explicó divino de la muerte. Dejó las cosas claras, sin una mala palabra ni un mal gesto por la decisión de los colegiados, el de arriba y el de abajo. Se le notaba el disgusto en la cara por ser, indirectamente, culpable del penalti que desembocó en el resultado final. El señor conde ha dado tanto a este equipo que no cabe un solo reproche que hacerle. Máxime cuando sobre la decisión del árbitro se han vertido litros de tinta en comentarios escritos y cataratas de palabras en las tertulias de aquí y de allá con nula unanimidad. Cuando hay tanta diversidad al respecto, matarile…
El día en que renovó su contrato hasta 2025 dejó una frase que no se olvida con facilidad: “Donde eres feliz, quieres estar” Esas cosas que parecen nimias las valoro cada vez más. El día que compartí con él una hora de radio, en una entrevista muy personal, ya me pareció que no era un futbolista al uso, que las palabras transmitían realidades que había vivido, muy distintas a las actuales en las que se mueve entre la medalla olímpica, los compromisos de la selección y el día a día de su equipo en el que es un referente, un santo y seña de entrega y compromiso. Ayer el remate que origina el segundo tanto es de él. ¡Mikel, quiero tu camiseta!
El de anoche no era un partido fácil para él, porque algún vestigio olívico anida en su intimidad. Miguel su padre, defendió la camiseta del Celta de Vigo durante tres temporadas y un recuerdo lejano seguro que palpita en su corazón aunque sea por historias que le han contado en el camino. Y no lo era tampoco, porque el rival se mostró tal y como le gusta a su entrenador. Les vi jugar el lunes en Getafe y me gustaron. Más allá de las facilidades ofrecidas por el oponente que se mostró inerme, supieron aprovechar su calidad y las oportunidades que fueron capaces de crear. Intuí que anoche nos íbamos a encontrar de frente con un rival incómodo. Tocaba bregar de lo lindo.
Era vital que el nivel de concentración fuera máximo, como si no hubiera un mañana (que lo hay dentro de dos días) y que la gente pensara sólo en lo que estaba afrontando desde que Melero López pegó el pitido de arranque. ¿Qué pasa por la cabeza del míster? Lo sabe él y sus cercanos. Para empezar, Ryan bajo palos (se ganó el suelo a pulso). Repitió el mismo plan que cuando debutó. Compitió en la estación intermedia del grupo de tres de aquella semana. Se estrenó en Granada, después de empatar en casa ante el Sevilla y antes de ganar al Elche en Anoeta. Ayer volvió a ser titular en el segundo compromiso de otra semana con tres citas y brilló con luz propia en unas cuantas acciones decisivas del primer tiempo. Llegar al descanso con empate sin goles rozaba el milagro. El resto de los titulares elegidos por Imanol no dejaba lugar a dudas. Casi, casi, la crème de la crème. Ni se guardó nada en el tintero (tampoco el Celta), ni cosa parecida. ¡Eso son bemoles! Porque no usa camiseta con número en el banquillo que, si no, le pedía también la suya. Volvió al 4-3-3. Retornaron Zubimendi, después de la
lesión; Aihen, tras la sanción y dos extremos como Portu y Januzaj, dejando a Gorosabel, Zubeldia, Guevara y Sorloth, titulares el pasado domingo, en zona de banquillos.
Ahí y en el resto del estadio se empaparon de agua. Aparecieron el viento y la lluvia con ganas de quedarse y los equipos se encontraron en un ambiente desapacible, que no ayudó mucho al buen juego, pese al delirante inicio de los gallegos que en cinco minutos atacaron sin desmayo. Dio la sensación de que a la Real le costó entrar en el partido. La tremenda presión de los célticos no les dejó desplegar el juego y llevar peligro a la meta de Dituro. Se podía pensar que la exhibición de poderío y fortaleza de los vigueses no podía durar mucho tiempo, porque el desgaste es colosal. Lo sabía la Real que, si llegó al descanso sin sufrir menoscabo, era consciente de que en el segundo tiempo alguna oportunidad iba a aparecer. ¡Y apareció!
Cerca de la hora de juego, el equipo saca enorme rédito a un contraataque espléndido, como en Madrid hace unos días. Lo terminó Isak, después de una jugada de libro que pudo irse al traste porque el asistente del árbitro levantó el banderín de modo inexplicable. El VAR le desautorizó porque no había ni duda y el tanto subió al marcador. El Celta se encontró entonces con lo que no esperaba. Cuesta arriba y con cambio de sistema defensivo en el oponente que le complicó mucho las cosas. La zaga estuvo enorme y fue minando cada vez más las ganas del conjunto gallego por revertir la situación.
Misión imposible después de encajar un segundo tanto, a balón parado. Beñat Turrientes pone un caramelo en la zona de remate. Entran Merino y Elustondo. Para unos, comenzando por la televisión que transmite, el gol es del navarro. Para otros, de Aritz que es el último al que le pega el balón en la espalda antes de colarse en la portería. Fue el momento del Abrazo de Beasain, dos jugadores del pueblo, con vidas paralelas, con duras experiencias de vida, formados en la misma cantera. No son como en Bergara, ni Espartero, ni Maroto, pero sí generales con alma txuriurdin. Por fas o por nefas, txitxarro a la cazuela y tres puntos más que sientan muy bien por lo mucho que cuesta conseguirlos. Ver al equipo en el primer puesto de la tabla, aunque no quieren oír hablar de ello, premia el esfuerzo y el compromiso con el proyecto y la camiseta que defienden. ¡Quiero la de Merino!
Apunte con brillantina: Tenemos gemelos para rato. Ayer se conoció que Ronaldo y su amada Georgina van a ser padres de una pareja de niños, tal y como se enseña en la ecografía compartida. No sé con qué nos darán más tabarra. Si con esto, o con el Barça. Jugar, lo que se dice jugar, los catalanes no juegan mucho. Ganar, lo que se dice ganar, no ganan mucho. Pero entretener…