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¡Que si quieres arroz, Catalina!

Convendrán ustedes que la semana no ha sido de las habituales. Sucedieron hechos y circunstancias inhabituales. No es normal que alguien dimita y si encima es el Papa, ni te cuento. Es de traca que en un periódico deportivo se preguntaran qué tienen en común Benedicto XVI y Mourinho. No es normal que se celebre el “Día de la radio” la misma jornada que el “Día de los solteros”, como si unos y otros no fueran suficientemente grandes como para vivir con independencia ambos eventos.

Puede parecer paranormal que salga el sol después de tantos días de lluvia y que en medio del rayo luminoso se anuncie la muerte de Marifé de Triana, una de las más grandes cantantes de coplas que parió madre. Como quiera que este año además coincidieron los carnavales a principio y final de semana según los pagos y chaparrones, hemos disfrutado de un maravilloso abanico de noticias, sin contar las político-sociales que pueblan los telediarios.

Convendrán también los jugadores realistas que cuando las cosas van como van y los resultados acompañan, nadie va a discutirles una tarde loca. Si aquello del Gabana movió cimientos, porque no era de recibo, lo de esta semana en Tolosa pasó desapercibido y se entendió como normal. Más de uno y más de dos se disfrazaron, se fueron a comer una rica txuleta, se lo pasaron estupendamente y nadie les dijo nada. Saben, porque a alguno se las he enviado, que hay fotos que lo certifican. Hablamos muchas veces de la idoneidad, de saber elegir el momento para cada cosa. Resulta divertido verles en guisa diferente, mostrando un perfil poco habitual y desconocido con notables dosis de atrevimiento, originalidad y desafío en algunos casos.

Hasta que llega el fin de semana y te centras en lo tuyo que es tragarme la sobredosis habitual de partidos de fútbol sabatinos. Después de la kuluxka traté de despertarme, cosa no fácil, con el Getafe-Celta, para seguir, en este caso combinando con el zapping, tanto el Alavés-Éibar como el Málaga-Athletic. Se incorporó a tramos el basket con la victoria hermosa de la muchachada de Sito, mientras que en paralelo aparecía Messi con sus ángeles y santos, lleno de ambrosía en tierra nazarí. Es decir que, para cuando quise darme cuenta llevaba entre pecho y espalda cuatro partidos de fútbol, conexiones con el baloncesto y una mandarina que tomé a media tarde.

Intuía emocionante el Osasuna-Zaragoza por lo que se jugaban y por el “hule” que adorna los duelos entre ambos. Como no quería perdérmelo, corrí, es un decir, raudo y veloz a la cocina para preparar una tortillita de jamón, un poco de queso con membrillo y un yogur. Reconozco que cuando saltó al terreno de juego el madrileño Velasco Carballo creí a pies juntillas que no terminaban los veintidós. Le rozó, porque sacó catorce tarjetas amarillas, calculadas y bien repartidas. Nadie vio el rojo en sus narices. Bueno, los aragoneses sí, que les venían de frente. Llegó el gol espléndido de Kike Sola a la misma velocidad que los párpados se me caían lentamente. Sobreviví al petardeo hasta el descanso.

La reconfortante cama acogió sueños profundos y ronquidos efervescentes hasta que a las seis y diez de la mañana, el vecino del quinto entró en el portal y subió las escaleras con una pisada sonora tras la habitual noche de juerga que tanto le gusta. Ya despierto, limpieza de piños y puchero en la vitrocerámica. Decidí hacer lentejas para que al volver del fútbol estuvieran esperándome con los brazos abiertos. Desayuno y a los papeles, a preparar el partido y tratar de situar en el escenario las ideas y los futbolistas que eligen los técnicos para maniobrar y tratar de ganar el partido.

Montanier ya había adelantado que ganar tres partidos seguidos es muy difícil pero no imposible. JIM, mucho mérito en lo que hace, enseñó en la tarjeta de presentación  el reciente 3-0 ante el Olympiakos de Michel y al recuperado Ballesteros en la defensa. Modificó siete titulares y esperó sin perder el norte. Un penalti en contra dio la ventaja a los realistas que la perdieron del mismo modo. Volver a empezar con media hora de juego ya cumplida.

Como al cuarto de hora de la reanudación Nikos Karabelas se fue al vestuario por dos amarillas, todo se puso más de cara, pero costó leer el partido. Venga a conducir el balón, venga a hacer lento el asalto al fortín, venga a intentarlo por dentro para satisfacción de un rival que se ve sobrado para defenderse con orden. Doce corners a favor de los realistas. Les da igual, porque los granotas explotan sus virtudes de modo ejemplar y defienden como emperadores.

Asfixiados por la exigencia, con un partido europeo el jueves, media hora con uno menos, con casi todo en contra, supieron ser ellos, imponerse desde la fortaleza mental que supone saber que al rival le tienes tomada la medida y que éste se ofusca y se neutraliza. Dominio sí, posesión la que quieras, pero…¡Que si quieres arroz, Catalina!. El Levante volvió a poner de manifiesto que es un equipo experto, con oficio y recursos aunque vengan mal dadas. Y la Real que, cuando le llegan conjuntos toscos, se aturulla.

 

Iñaki de Mujika