Camino de Vancouver

Paul de la Cuesta es un joven esquiador de veintidós años que competirá en la próxima cita olímpica. Le esperan por primera vez en su carrera unos Juegos de Invierno. La cita en Vancouver, debutando el sábado 13. "No soy supersticioso", me decía entre sonrisas hace unos días cuando le entrevistaba. Los ojos engañan pocas veces. Me fijé cien veces y en las cien encontré una mirada larga, sonriente, cargada de ilusiones, a la espera de experimentar todo lo que le suceda en Canadá. Participará en tres pruebas y, si le dejan, lo intentará en una cuarta. Quiere tirarse en la nieve como los kamikazes al grito de "Banzai".

Te pones a pensar en su vida y sientes escalofríos, porque se pasa fuera de casa alrededor de doscientos cincuenta días. Debe buscar las superficies nevadas lejos de su casa donostiarra. Lo mismo está en Argentina, que en Francia, Italia o Eslovenia, sin olvidar las pistas de Baqueira o las lejanas aulas de la Facultad de Odontología. Piensa en futuro, aunque el ritmo de estudio y la superación de asignaturas es más lenta que cualquiera de sus descensos, que a veces alcanzan los 150 kms./hora.

No había hablado con él en mi vida, pero la conversación transcurrió como si nos conociéramos desde siempre. Ni freno, ni poses. Sinceridad y alegría contagiosa por los cuatro costados. La gente joven y emprendedora que afronta proyectos constituye una clase que atrae. Así lo entienden también los colectivos deportivos que le apoyan económicamente. "Si no me ayudaran, todo sería imposible". La Federación le ofrece los mejores técnicos, todos italianos porque los trasalpinos atesoran experiencia y pueden sacar de los esquiadores lo máximo que sean capaces de ofrecer. Es joven, pero se comporta con la madurez del que sueña en llegar a lo más alto, paso a paso, seguro.

Paul de la Cuesta sabe que su recorrido es a largo plazo, porque los competidores maduros son quienes consiguen los éxitos. El no se conforma sólo con participar. Quiere comprobar hasta dónde es capaz de llegar en los Juegos de Vancouver, cuando se enfrente con todos los grandes y su papel no sea de favorito. Ha debido renunciar a muchas cosas, incluso a familia y amigos. La dureza de la competición conlleva sacrificios. Lo sabe porque los vive. Se fija y admira a su manera a Max Blardone con quien se pasó entrenando todo el verano en Ushuaia (Argentina). Quiere que le enseñen para aprender. A lo mejor no puede asistir ni a la ceremonia de apertura, ni a la clausura. Recordando mi experiencia en los Juegos de Barcelona, sólo le dije una cosa: "Disfruta. te lo mereces".

 SUS RESULTADOS HASTA VANCOUVER