Los americanos van a soñar con el francés Yannick Agnel. En dos días se han quedado sin el oro en los 400 m libres por equipos y en los 200m. individuales. El nadador de Nimes ha mantenido un pulso espectacular con Ryan Lochte del que ha salido claramente victorioso. Sus éxitos confirman el gran momento de la natación gala con una figura descollante al frente.
Agnel ha dejado además a Lochte sin podio en la prueba individual porque entre ambos se colaron, absolutamente igualados, Park (plata) y Sun (bronce). Drama nacional entre las barras y estrellas porque pierden pruebas que les pertenecían. Justo lo contrario que en Francia. Allí se acaban los epítetos para calificar el momento.
Es considerado un intelectual por formación y convicción. Alto, mide 2.02, se llama Yannick en recuerdo al tenista del mismo nombre, Noah. En su cuenta de twitter se define como “escualo de piscina”. Poco antes de viajar a Londres citó a Montesquieu en esta frase: “La gravedad es el escudo de los tontos” . Le gusta leer y entre los libros que le apasionan se encuentran “Las flores del mal” (Baudelaire) o “Cien años de soledad” (García Márquez).
Con 20 años, siendo estudiante de comercio, afronta esta cita olímpica como una gran oportunidad, pero convencido de no perder en ningún momento la cabeza.
Entre las cosas que pueden llamar la atención en su corta biografia, casi todo gira en torno al deporte que adora. Por ejemplo, su entrenador, Fabrice Pellerin, melómano y aficionado a la guitarra, le cuelga un mp3 antes de saltar a la piscina. Hijo de un enfermero y de una directora de relaciones humanas, Agnel gana desde el principio buena parte de las competiciones. En las primeras se presentaba con un simple bañador, a diferencia de sus rivales que utilizaban los sofisticados y modernos trajes que buscaban el mejor deslizamiento en las piscinas. A él, a lo visto, ni le hacía, ni le hace falta. Su comportamiento en el agua es apasionante.